jueves, 1 de diciembre de 2011

Cuidado al caer (o mejor no caigas).

Todo comienza con una lágrima de tinta negra, es importante que así sea y no azul, porque el azul es para la escuela, denota lo plástico, la repetición, rutina, trabajo, aquello despojado de todo indicio de vida y sin embargo lejano a la muerte, lo ausente de sentimientos; el negro en cambio se ve imbuido de toda una gama de emociones lúgubres: tristeza, luto, seriedad, lo mortalmente calmo, soledad, frialdad, desazón, angustia, desesperanza.
Si bien hay lágrimas de muchos colores en general estas expresan la exacerbación de una emoción en particular, solo como ejemplo podría pensarse en alguna color roja, que no es más que el regreso de aquel amor que no creímos volver a ver, es decir, una somatización del corazón rebosante de alegría, un pequeño derrame de; independientemente de las miles de manifestaciones presentes en la subjetividad humana, en última instancia habrá que ligarla al desear al otro, al amar. Una lágrima negra en cambio hace corpórea la ausencia de una roja, así como también la ausencia de las demás.
Uno desea siempre no ahogarse en una lágrima negra, pero qué pasa cuando nos es inevitable. Cómo se hace para salir a la superficie y respirar, ver, oír, tocar, y aprehender otros colores. En la medida que no descubramos cómo, estaremos condenados a navegar (en el mejor de los casos) en aquel mar negro, que al horizonte parece eterno. Y entonces respiramos ese aroma fétido y repulsivo; tocamos aquello viscoso y húmedo aunque segundos después frágil, quebradizo, se hace polvo entre los dedos; oímos su quejido lastimoso que si aún lo conservamos, nos paraliza el corazón; no nos atrevemos a abrir la boca, creemos que un leve inhalar nos revolverá el estómago y nos hará vomitar; respecto a lo que vemos, simplemente no lo sabemos, más bien no notamos la diferencia al abrir o cerrar los ojos.
Nada de lo que nos rodea es distinto a aquella lágrima negra. En un ápice de cordura caemos en la cuenta de que no siempre fue así, estamos seguros de que hemos sentido de cinco maneras distintas otros colores, qué hay con ellos, cómo los conocimos y cómo volvemos a encontrarlos. Así fue como hicimos para surgir en la negrura: lo hicimos desde las profundidades por la lógica esperanza de tener lo que perdimos o cambiamos por esta gran ausencia. Luego lo olvidamos en nuestro navegar. Todo parece confuso y la búsqueda de la claridad nos ofrece meros espejismos de colores opacos acuosos llenos de musgo, que de conseguir tentarnos nos asfixiarán en una burbuja pero sin sacarnos de aquella lágrima y esto no es más que condenarnos a la locura.
Llevo años aquí (quizás) navegando sin rumbo, no porque no los haya sino porque ninguno lleva a buen puerto. Si bien he aprendido a escapar a las burbujas y los espejismos ya no me tientan, todavía aguardo porque alguien simplemente seque aquesta, mi lágrima y la torne frágil; confío que el tiempo abrirá entonces una rendija por la que entrará un haz de luz tan nítido y distinto a tanta penumbra que hará nacer una nueva lágrima, ya no negra; me aferraré a ella y poco a poco iré perdiendo tanta ausencia de.

martes, 29 de noviembre de 2011

La Nochera

Cuando la noche se repite sin cesar y el día solo es la espera calurosa de un ansiado encuentro, cualquier referencia temporal se diluye en un mar de imágenes y momentos que inundan todos los sentidos. Unos labios sensuales que se escabullen en un abrazo, una cama arremolinada que intenta robarle vida al amanecer que se despereza. La guitarra sonando como lo único que deambula entre los cuerpos eternos, un abrazo amigo que nos recuerda que nunca estaremos solos. La fanfarria murguera, que retumba en las entrañas, en la infinitud de sus latidos hace vibrar la carne hasta lo más primitivo.

La noche, ay! la noche. La noche, tan estrellada como la del monte chaqueño, me encandila en estos días y al llegar el día me refugio con ella en la inmensidad de mis sábanas.

Solo Ella.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Muerte a la vista

Por la puerta de la oficina había comenzado a entrar humo; un espeso humo negro que acababa con el oxígeno. El hombre no podía salir al pasillo, pues de allí venía toda la densa humareda. El edificio se incendiaba. Varias explosiones habían sido la causa, pero eso poco importaba. Él tenía que salir de ahí como sea. El problema: se hallaba en el piso 47, con el mismo edificio en llamas. No ascensores, no iban a funcionar; ni mamado escaleras, menos tosiendo y a ciegas.
El avión ya había estallado y los cuerpos de sus tripulantes estaban incinerados. Atentado, se le dice por estos tiempos.
La oficina ya se encontraba nebulosa, los ojos le ardían y cada vez menos aire entraba en sus pulmones. Era un estado de crisis para el hombre.
Una ventana es un posible escape en una casa de familia, o, si se quiere, en los primeros pisos de un edificio. No así lo era en ese piso 47. Aunque, de repente, eso paso a ser para él una opción considerable. Era una ecuación simple: mientras más humo y menos aire, más ventana era la solución.
Su instinto por escapar de aquel horror, finalmente, lo hizo saltar por aquella ventana. Pero ese instinto fue traicionero. También lo hizo olvidar de que se encontraba a 150 metros de altura. Ya tarde para lamentos, ahora lo esperaba una sólida superficie de asfalto.
En su caída no pudo hacer más que gritar y sentir un helado aire en la cara. Una sensación experimentada por pocos, y muy pocos de esos pocos viven para describirla. De todas formas, él nunca iba a poder hacerlo.
Nunca habría pensado que aquel 11 de Septiembre de 2001, día en el que se había levantado de muy buen humor, era su último día de vida. Aunque, si mientras caía hubiese tenido tiempo de pensar, seguro habría querido saber el por qué de su muerte. No pudo saberlo. No pudo enterarse de que fue víctima de una maliciosa y perversa conspiración política. De que fue un muerto más en el bolsillo de los malvados amos del poder. De que su muerte fue una unidad más que se sumó a la cifra de muertos de un atentado que hizo temblar al mundo entero. Pero menos hubiese podido saber que el motivo de aquello nunca iba a esclarecerse. Porque los titiriteros de todo eso lo hicieron muy bien; tan bien que hoy caminan por la calle comiendo pochoclo.
De haberse enterado, seguro hubiese querido reclamar justicia. Pero cómo iba él a hacerlo, si en ese momento lo máximo que pudo hacer fue reventarse contra el suelo.

domingo, 14 de agosto de 2011

El Mercader de Venecia

V- Tan solo piénselo. Pronúncielo. Excítese a usted mismo. Regocíjese. No tiene más que dejarse llevar por él para sentirse vivo. VIVO.

C- ¿Cómo sabré yo que estaré dormido? Si tanto sueño, ¿No llegaré a confundirme, confundirlos? ¿Cómo sabré si tener miedo o dejarme morir si en verdad que no encontraré la muerte?

V- Despreocúpese. ¿Es que a caso tiene importancia?. Le ofrezco el sueño, que importa entonces la vida. Usted no podrá saberlo, ni que sueña -cuando vive-, ni que vive - cuando sueña-. Sin embargo, cuando viva sabrá que habrá soñado antes y mientras duerma sabrá que no es vida, al despertarse. Tómelo o déjelo pero no lo haga, no se le ocurra dejarlo.

C- ¿Con qué fin?. No lo necesito. Sé que vivo porque tengo vida, veo, huelo, toco, oigo, siento vida y en última instancia se que moriré al igual que otros lo han hecho. ¿Por qué no puedo cerrar mis ojos y abrirlos con el rayo del sol? ¿Qué tiene de malo eso?.

V- Pruébelo. Tenga tome. No tengo respuestas a sus preguntas, pero puedo ofrecerle otras respuestas a otras preguntas. Tenga tome, he aquí las preguntas. Tan solo una noche y no necesitará, le responda. No esas. Advierto eso sí, que es un camino de ida, agradezca a la biología que no es eterno, agradezca y maldígala. Sin embargo, sea prudente, no abuse. Los sueños son el néctar de los santos, juegan a las cartas con el mismo diablo, besan, toman, aman con su carne otras carnes. Tome.

C- Me tienta... ¿Estará aquí usted cuando despierte?

V- Me temo que no. Yo pertenezco a esta lado. Y usted ya está dormido, siga soñando, no le garantizo que acabe pero quizás lo haga.

miércoles, 6 de julio de 2011

La vaca difícil

Un muchacho soñaba una noche que era una vaca. Una vaca en un corral lleno de vacas. Nada de su apariencia era muy distinto a la mayoría de las vacas, por lo cual tenía que tener algo que la distinga del resto. Así el granjero podía llevar un registro de cada vaca en particular, para luego producir buena carne y hacer negocios. Entonces, la vaca había sido registrada con un número, el cual llevaba insertado en su oreja todo el tiempo. Era la vaca número 17.
Después de comer y beber con el resto de las vacas, siempre cuando el granjero decidía que era el momento en que las vacas comieran y bebieran, se echaba a dormir también con las demás vacas. El rebaño funcionaba a la perfección y los granjeros tenían todo bajo control.
Fue entonces cuando la vaca se preguntó por qué tendría constantemente ese plástico con el número 17 incrustado en la oreja, si verdaderamente resultaba muy molesto. Entonces se lo quitó. Y al quitárselo, se sentía ajena al ganado, se sentía distinta a las demás vacas que tenían el número en sus orejas. Entonces comenzó a vivir en otra sintonía y a manejar otros horarios. Ya no comía al mismo tiempo que todas, no dormía tampoco al mismo tiempo y se movía por el corral a su gusto.
Un día, al ser un corral no muy grande, en un control de rutina, descubrieron que no tenía inserto el número en su oreja y le pusieron uno nuevo. Y así como se lo volvieron a poner, se lo volvió a quitar. Pero al tiempo se lo volvieron a poner. Entonces, por esa voluntad rebelde, cada vez que escuchaba a los granjeros hablar de ella, la llamaban "la difícil".
Y bueno, así duró un tiempo, luchando por su pequeña libertad, hasta que, desafortunadamente, la mataron para venderla. Quizá porque la tenían vista, o quizá porque era la suerte que corrían todas las vacas al fin y al cabo.
Ahí se despertó el muchacho. Estaba sudando. Se llevó la mano a la oreja y vio que no tenía ningún número. Eso lo alivió momentáneamente. Pero después se quedó helado. Tanteó la mesita de luz y prendió el velador. Y allí descubrió lo que se temía. Sobre ella se encontraba un pequeño librito. Lo abrió. "DNI: 36.357.211", leyó en él.
Se sentó en la cama y lo supo: No era la vaca número diecisiete de un corral. Era el humano número trentaiseis millones, trecientos cincuenta y siete mil docientos once de otro corral. Pero debía conservar consigo ese librito con su número. No debía desecharlo. Lo usaría como disfraz para pasar desapercibido y no ser tenido en la mira, como le pasó a la vaca de su sueño. Cada vez que se lo pidieran, debía tenerlo presente para hacerse pasar por una vaca más de ese corral. Pero había algo positivo: El corral del verdadero muchacho era muchísimo más grande. Podía caminarlo hasta cansarse a la hora que quisiera y en el momento que quisiera, sin aburrirse y corriendo menos riesgos de ser encontrado y hecho un producto de exportación.
De todas formas, debía conformarse con eso, porque si se arriesgaba a escaparse del corral, podía encontrarse con algo mucho peor del otro lado. La vida salvaje seguramente debía de ser muy complicada. En el corral, al menos, tenía al alcance compañía, comida, agua y salud. Al fin y al cabo, el corral era el lugar en donde había nacido y se había criado, y en caso de dejarlo, seguramente lo extrañaría.
Y cuando le llegáse la hora, él moriría como una vaca que encontró la libertad dentro de la esclavitud —porque no nació libre, entonces le sería incómodo serlo— y lo salvaje dentro de la domesticación —porque no nació salvaje, entonces le sería incómodo serlo—.
"Uno es lo que hace con lo que hicieron de él."

jueves, 30 de junio de 2011

Un hombre feliz

Alarma número 1. La hora del almuerzo comienza. Con parsimoniosa calma medida se levanta de su butaca y se dirige hacia la puerta que lo excretará al torrente de empleados que, al igual que él, escucharon la chicharra. Ya en el comedor se sienta a disfrutar mesuradamente de la comida, perfectamente equilibrada para su correcta alimentación, que todos los días prepara.
Alarma número 2. El día laboral llegó a su fin sin sobresaltos. Se dirige a su auto, fiel testigo de su estándar económico. Se pone el cinturón de seguridad, circula con precaución, conserva la derecha, frena antes de la senda peatonal, cede el paso. En su casa lo espera su esposa lista con la comida lista, la casa lista, los chicos listos… el futuro listo. Todo funciona de acuerdo al plan (gracias a Dios!).
Alarma número 3. Noche. Sudor frío que cubre todo el cuerpo. Al abrir los ojos cae en la cuenta de que en el otro extremo de la cama yace un cuerpo que alguna vez fue el compañero perfecto del suyo. Cierra los ojos, tiene que dormir, a esa hora no se hace otra cosa… o si? Revisa el libreto. Encuentra la brecha. Decide comenzar a vivir en el refugio de la noche. Se levanta sigilosamente, la distancia que lo separa de su esposa le permite salir sin ser escuchado. De un trago se toma un vino que está reservado para ocasiones especiales. Se sienta en la computadora y escribe como desquiciado, estalla en esas líneas todo un torbellino de emociones. Sacia su lujuria con los productos eróticos que le ofrecen en el mercado virtual. Saquea la heladera devorando las provisiones perfectamente racionadas para los días venideros…
Solo falta una hora para despertar. El pánico amenaza con reventar sus venas. Desesperadamente limpia el desorden de la cocina, tira la botella vacía al baldío de al lado, elimina los escritos y el historial del navegador virtual. En medio del frenesí calcula que con suerte puede encontrar un almacén abierto que le permita reponer los alimentos que sucumbieron a la comilona.
Exhausto, luego de borrar toda evidencia de su libertina aventura nocturna, se desploma en la cama.
Alarma número 4. Un nuevo día comienza. Su rostro jovial saluda con un beso al de su esposa y al de cada uno de sus hijos. Desayuna nutritivamente antes de salir para el trabajo. Sube a su auto, se pone el cinturón de seguridad, circula con precaución, conserva la derecha, frena antes de la senda peatonal, cede el paso… La vida se desenvuelve armoniosamente como era de esperarse.
Alarma número 5…

miércoles, 29 de junio de 2011

Ensueños

Sueño. Horas y horas de vigilia onírica pueblan mis noches de aromas, sabores y estallidos de locura en mi piel. Días enteros recordando una caricia, un suspiro, un susurro anhelante, una palabra que acaricia el alma, una sonrisa que es como la de mil alegrías juntas. ¿Cómo desear el descanso si nada puede ofrecerme el sueño que se compare a su abrazo etéreo? ¿Cómo sumergirme en mis sábanas si una sola mirada de sus ojos de mar me inunda el pecho de anhelos de ruta? ¿Cómo ansiar el regreso después de caminar un segundo a su lado, de probar la timidez y el desenfreno de sus labios, de perder la noción del tiempo en ese mundo de dos que construimos en cada encuentro?
Sueño...

viernes, 27 de mayo de 2011

A mis Hermanos

Cuando comencé a pensarnos merodeando por los mismos espacios, compartiendo el aire y el vino, riendo y cantando, durmiendo y viviendo nuestras vidas como hermanos, solo pude imaginarme una pequeña parte de lo que hoy somos. Los amaneceres entre soles imponentes y mates bien cebados; los anocheceres de charlas de pasillo y guitarras susurrantes; las cenas consensuadas y amasadas entre todos; las trasnochadas infinitas acompañadas de amigos que son como los de uno; las palabras que nacen desde el alma y las cargadas que nos acechan tras cada tropezón; el hambre y el derroche compartidos; la mesa bamboleante y los bancos del viejo; la heladera de la Kela y la pavita del tío; cada rincón de ese que es nuestro mundo está cargado de nosotros, de lo que somos y lo que queremos. Nunca me sentí tan en casa como con ustedes. Ustedes, mis hermanos, son una parte muy importante de lo que hoy me hace una persona tremendamente feliz.
Los quiero con toda el alma.

Solo palabras...

La posibilidad de que una frase se convierta exactamente en eso que intenta evitar, la soledad, está directamente relacionada con el largo de la misma, el ancho del espacio que separa a dos personas que solo se sueñan como tales, la espesura del cabello de esa chica que me miró tan sensualmente para luego marcharse calle abajo, el dolor que queda en las entrañas cuando en la cama ya se esfuma ese aroma a tarde soleada de otoño.
Cuando en la penumbra de una noche dos ojos tímidamente salvajes te regalan tantas sensaciones, articular siquiera una palabra para acercarse a eso que estalla en el pecho, resulta desesperadamente imposible. Quizás se piense que la agitada espera de un despertar a dúo, distorsiona la hermosura de un gesto, de una palabra apropiada, de una caricia en la cara que acompaña a un beso. Pero un cigarro compartido en una vereda que se despabila junto a vos, es la prueba insoslayable de que el abrazo que te despide es mucho más que el anhelo de caminar tras de ti por un pasillo a oscuras hacia el final inexorable.

jueves, 26 de mayo de 2011

Mi gran hazaña

Yo estaba podrido de un otario bravucón, no solo porque odiaba a los bravucones, sino porque odiaba más a los otarios. Indignado por una golpiza que me había propinado (en la cual mis costillas fueron su bolsa de boxeo), me fui caminando a mi casa a paso de liebre. En realidad, a paso de humano que va rápido. En eso, por esas casualidades de la vida, mientras miraba el piso de manera resentida, me encontré una moneda. Lo primero que hice fue agacharme para juntarla e, inmediatamente, la raspé con mi uña para sacarle una tierrita que tenía pegada. Eran 25 centavos. 25 miserables centavos. 25 mil razones para lanzarlos al río, o 25 segundos para comprarme un par de chicles en el kiosco. Pensé primero en regalárselos a un niño pobre que pasaba por ahí, pero no me animé a encararlo. Luego me di cuenta de que si él no venía a pedirme, yendo yo iba a quedar mal. Era como que le dijera: "tomá, porque sos pobre". Además me di cuenta de que con 25 centavos no iba a lograr nada. El chico iba a seguir siendo igual de pobre. Con esa inservible moneda no le iba a dar de comer a nadie, ni una mejor vida a nadie, ni trabajo a nadie.
"Ni trabajo a nadie..."
Me volví caminando para la escuela. Estaba a dos cuadras, así que no tardé en llegar. Cuando me encontraba a 20 metros de la puerta, lo ví. Era el bravucón que salía solo, sin sus amigos, y caminaba a paso lento. Cuando me vio venir, sonrió. Yo no estaba seguro de lo que iba a hacer, pero cuando ví esa sonrisa maligna en su rostro, ya no me importaba mi inseguridad. Caminé unos metros, me acerqué a él, tomé carrera, y, cuando me encontraba a no más de un metro y medio de distancia de su enorme cuerpo, le revolié mi moneda de 25 centavos. Un grito seco por parte del grandulón, y, cuando abrí los ojos, lo ví agarrándose la boca. Cuando se sacó la mano, ví que le había partido un diente. Me fui corriendo.
Una vez en casa, ya estaba más contento y reconfortado: Con tan solo 25 centavos, le había dado trabajo a alguna persona. Los dentistas siempre lucran de alguna manera.

lunes, 23 de mayo de 2011

Adora la noche...

Un delicado aroma a feria se descolgaba de su boca en rítmicas dosis marcadas por el subir y bajar de su pecho. Su rostro reflejaba el apacible sueño en el que se sumergía precipitadamente. Unos ojos, como el bosque devorándote en su espesura, se perdían en los tuyos mientras caían en la nebulosa onírica. Detrás de la quietud de sus gestos se sacudía una tormenta arrasadora, que te devoraba en cada suspiro, y te volvía etéreo con cada beso de su boca. La noche con sus aromas habitaba en su pelo, y un deseo de que nunca amanezca estallaba en tu pecho embriagado de excesos. El tiempo se desgranó frente a los dos cuerpos que fluían con ritmo propio, como un mar azotando una playa desierta. Las horas o los años pasaron sin ser advertidos y el día estalló en la ventana mientras la noche huía escaleras abajo.
El atardecer recibió en sus brazos tu cuerpo atravesado por las heridas nocturnas. Difícil fue comprender la escena que invadía todos tus sentidos; solo un sueño podía ser, pero los recuerdos de aquella hermosa tempestad están gravados aún en tu piel. El amargo del mate te recordó que estabas solo de nuevo.

Tal vez algún día amanezcas abrazado a la noche. Tal vez no. Pero sus ojos que ya se sienten grises y su pelo con aroma a brisa todavía duermen a tu lado.



domingo, 24 de abril de 2011

Hombres que no se sabe si existen

De macro existencia

En algún recóndito lugar, en una remota época, existía un hombre que no existía. Lo curioso es que, más allá de su existencia, el hombre se sentía acosado todo el tiempo por la gente. Él no encontraba explicación terrenal para éste hecho, puesto que si él no existía, no podía tener la gente manera de acosarlo. Es por eso que no había explicación alguna para ese molesto acoso, ya que no había cuerpo suyo en el mundo con el que pudiera ser víctima.
Cierta noche, luego de tanto pensar y darle vueltas al asunto, se dio cuenta de que no era necesario un cuerpo para ser sometido, ya que el acoso físico no es la única forma de acoso. Era la gente la que, como si fuese una buena costumbre, pensaba en él, lo recordaba y lo describía en su mente. Y era él quien tenía que pasearse mente por mente, para ser protagonista en el mundo racional de cada persona que lo pensaba. Fue allí cuando comprendió que no existía mientras no lo pensaran, pero sí existía si lo hacían, no sólo en un mundo sino en infinitos mundos, y por más que quisiera desaparecer de una buena vez, estaba condenado a seguir existiendo para siempre, hasta el infinito, siempre que hubiera alguien dispuesto a pensarlo.
Mejor dejo de escribir sobre ese hombre y le doy un poco de paz. Usted, lector, ya deje de acosarlo, olvídelo, porque no es bueno andar molestando a la gente.

De micro existencia

Había otro hombre en otro lugar, y vale aclarar que él conocía bien su condición de existente, que tenía un problema muy curioso, el cual lo tenía muy incómodo. Todo se volvía difícil para él cuando la voz de su conciencia le sugería cosas que él sabía que no era posible llevarlas a cabo. Encima, la voz de su conciencia tenía, a la vez, una voz de su conciencia. Entonces, la voz de la conciencia le proponía cosas a la voz de la conciencia del hombre, las cuales, la voz de la conciencia no sabía si aceptarlas o no, porque el hombre no quería escuchar a la voz de su conciencia, y, mucho menos, a la voz de la conciencia de la voz de su conciencia.
La razón por la cuál el hombre no podía plasmar en actos lo que sus voces internas le sugerían, era porque el hombre era el personaje de un cuento escrito por un escritor que ya había muerto y dejó su libro sin terminar, y, para peor, el personaje todavía no había intervenido en el libro, por lo que la única oportunidad de intervenir que le quedaba era que algún nuevo escritor lo imaginara y lo hiciera actuar en alguna historia, pero si no lo imagiaba tal cuál era, ya no sería el mismo personaje, ni el mismo hombre con la misma voz de su conciencia que tenía a la vez una voz de la conciencia, y el hombre seguiría esperando el momento de actuar, soportando eternamente las sugerencias de sus voces internas sin tener manera de materializarlas.


De macro y micro existencia

Había una vez un mundo intermedio que estaba situado entre dos mundos. No a modo de sanguche, ya que no era visible cada mundo en sí, sino que había un solo mundo que contenía a los otros dos. Ese mundo, el más grande, contenía al mundo del medio, que era una porción muy pequeña de ese mundo grande, y el mundo intermedio, a su vez, contenía al mundo más pequeño, que era una porción muy pequeña del mundo mediano y, al mismo tiempo, una porción muchísimo más pequeña del mundo más grande. Al ser así y no de otra forma, queda en claro que los sucesos que ocurrían en el mundo grande podían tener grandes repercusiones en el mundo del medio y mucho mayores en el mundo pequeño, pero nunca al revés. Es decir, los hechos que acontecían en el pequeño mundo, nada de interferencia tenían con el mundo del medio, y mucho menos con el mayor. Lo interesante del asunto, era que los habitantes del mundo mediano no conocían a los habitantes del mundo grande ni a los habitantes del mundo pequeño. Por supuesto, ni los habitantes del mundo mayor ni los del mundo menor conocían tampoco a los habitantes de los otros dos mundos. Entiéndase así la magnitud de cada uno de los mundos. Lo cierto era que los del mundo del medio sólo podían imaginar la existencia de seres del mundo mayor, o creer en ella. Ni aunque lo intentaran una y otra vez, podían comprobarla, porque el tamaño de los habitantes del mundo más grande era demasiado como para ser percibido por los habitantes del mundo mediano. Lo mismo le pasaba a los del mundo pequeño con los habitantes del mundo del intermedio. Y pasaba también al revés, cuando los habitantes del mundo mayor se preguntaban por la existencia de seres diminutos, tan diminutos que no puedan ser percibidos. Esos eran los seres del mundo intermedio, que no podían ser reconocidos por los del mundo grande. Igualmente ocurría con los seres del mundo mediano, cuando se preguntaban lo mismo, refiréndose a los seres del mundo pequeño.
Con sólo conjeturas e ideas sobre las posibles existencias de macroseres y microseres, los habitantes del mundo del medio vivían su acelerada vida llenándose de interrogantes. Por supuesto, los seres del mundo más grande también se preguntaban por macroseres y microseres, y, a su vez, los habitantes del mundo pequeño también lo hacían. Es decir, que el mundo más grande, podía, a la vez, ser el mundo intermedio de otro mundo mayor, e incluso el mundo pequeño de otro mundo más grande. Y, como es evidente, los seres del mundo pequeño podían ser seres de un mundo mayor para los habitantes de un posible mundo más pequeño. Y, así como los habitantes del mundo intermedio, los seres del mundo mayor y del mundo menor también vivían su vida plagada de interrogantes.
Lo que ninguno de todos esos habitantes ignorantes de cualquiera de los mundos sabía, era que el mundo propio y los demás posibles mundos no eran otra cosa más que una idea que tenía Dios para filmar una película, y que el sinfín de seres no eran más que una creación de personajes en su intelecto. Por supuesto, ese Dios era habitante de un mundo de Dioses que vivía cuestionándose sobre la existencia de seres superiores o de seres tan pequeños que no podían ser percibidos. Pero lo que ese Dios no sabía, era que tenía un creador, que es el mismo que el de ésta historia, que entiende que en el mundo racional, cada personaje antes mencionado es tan verdadero como real, pero en el mundo empírico, todos son una fantasía. Lo divertido está en pensar si el mundo empírico en el que vive el creador de la historia es realmente empírico, o forma parte de un mundo racional pensado por algún ser, como pasa en el caso del Dios, en donde él cree que su mundo es real y sus pensamientos son un mundo idealizado, pero en realidad su mundo también es parte de una imaginación. Y es ahora cuando el narrador comienza a preguntarse si él mismo es un personaje que está siendo escrito.

jueves, 21 de abril de 2011

Click.

Un día me voy a dar cuenta (o vuelta, tal vez).
Una cosa sucedía mientras los gestos permanecían serenos. Una mirada de reojo, unos ojos que correspondían, y los gestos serenos de siempre maquillaban ese rostro que quería saltar. No todo acontecía en un fugaz encuentro, la pantalla repetitiva de los sueños iluminaba diariamente lo que el día ocultaba.
No sé si así sucedieron las cosas o si el recuerdo juega caprichosamente con los fragmentos de esta vida, pero eso no es lo que importa ahora.

Una puerta se entreabrió dejando escapar una ráfaga de luz que huyó precipitadamente escaleras abajo. El barullo dulzón que se derramaba de aquella abertura la desgarraba del firmamento negriazul del pasillo a oscuras. Los pasos embriagados se movían lentamente hacia aquel éxtasis prometido. El sopor que inundaba los sentidos prologaba el preciado encuentro.
Dos pasos se sucedieron parsimoniósamente. Una lágrima aún retozaba en el abismo de la mejilla, demorándose antes de saberse brisa.
Un escalón y el salto. El fulgor de aquella entrada ya se sentía en los párpados.
Un chasquido y el resplandor se hace blancura enceguecedora. A lo lejos se distingue una puerta entreabierta que promete un paraíso de sombras...


miércoles, 20 de abril de 2011

De la vez que casi venzo al sueño.

Según el Psicoanálisis, o al menos una de sus posturas, los sueños son una de las formas de manifestación del inconsciente. Como tal tienen ciertas leyes o principios que lo gobiernan.
Ausencia de Cronología. Simplemente que el tiempo no transcurre de la manera habitual. Podemos soñar que un segundo dure más que un mes o que Enero le siga a Julio y navidad a reyes.
Ausencia de Contradicción. Así como se indica, todo lo que soñemos tendrá su propia lógica y será completamente válido. Que una persona se mate a si mismo cometiendo homicidio y no suicidio es tan probable como lo es para nuestra vida consciente que caigan hojas en otoño.
Dicho esto, les contaré como casi vencí al sueño.
Estaba yo sentado en el gabinete, el que sea, en el piso intermedio de espaldas a la escalera ubicada a la derecha. El aula estaba atestada de conversaciones a gritos y las personas que las proferían. Una sombra borrosa a color rodeada por el dichoso escándalo de otras muchas, se erguía profesorialmente, sin autoridad alguna, en el piso más bajo junto a la loza blanca escritorial. Yo era yo, y era definitivamente mayor que ese montón de cotorras y no tardé en hacerlo notar "¡Basta ya de gritos, Imbéciles!". Acorazado entre mis brazos ojeé para corroborar el panorama. Un cinconar de niños sostenía sádicamente la tiza por encima del hombro y detrás de la nuca. Pestañeé y fui derecho a la mesa del rincón izquierdo superior que daba a la ventana del centro superior del aula. Nico A. y Esti G. sentados enfrentados me miraban. Yo: "¿vos también estás estudiando Psico?".
Magu S. no está, lo noto recién. Quizás se haya inscrito en otra comisión. La busco por el amplio patio techado del primer piso del Manuel Belgrano. Ya no. Estoy en la calle que bordea el colegio del lado derecho si es que le damos la espalda; llegando al cole en un auto con Gastón C. y creo que Poio I., los tres atrás, porque: "tiene piloto automático".
Al bajar veo que se acercan Magu S. y Belu S., y la segunda: "vamos a ver a Martu".
No acepto, algo digo, creo que nada. Ellas siguen caminando, Magu S. vestida de negro, algo así como un sobretodo. Magu S. Yo: ¡NO PUEDO ESTAR EN EL SECUNDARIO Y EN LA FACU AL MISMO TIEMPO. ESTO HA DE SER UN SUEÑO!, es a gritos que lo pienso, que solamente yo oigo, aunque estos son sordos. Entonces razono, tengo que hacerlo, quiero...

Suficiente. Lamentablemente para el espectador y para mi no puedo publicar el contenido de los sucesos posteriores porque no son aptos para el consumo virtual. Espero se conformen con este breve resumen y una reflexión si es que tengo ganas de escribirla al final.

Entonces razono, tengo que hacerlo, quiero... elegir a sabiendas de que estoy soñando. No puedo ser más específico. Si no hubiese involucrado personas reales vivas quizás hubiese podido ahondar, pero necesitaba tratar de expresarlo tal cual lo hice consciente al despertar (tomé notas un rato después de levantarme, de todos los hechos para que el tiempo no los borrase).

Me queda la satisfacción de haber elegido dentro del sueño y prueba de esto es que al despertarme, sentí que el camino que había escogido era conscientemente el que deseaba soñar. Sin embargo no me encuentro satisfecho con este argumento y lo refuto alegando que esa elección fue frustrada en un primer momento por el sueño, en tanto no se me permitió soñar lo que quería y me vi forzado a una segunda opción, la cual llevé a cabo pero rodeada de elementos que no podía manejar y que yo, aunque me repetía que era un sueño, tomaba como condicionantes "reales" a mis elecciones. En fin, esta fue la vez que casi venzo al sueño, espero poder tomarme revancha.

martes, 5 de abril de 2011

¿Culpable o Inocente?

Mi teléfono celular quedó inconciente en un asiento de colectivo. Colectivo de media distancia, para colmo. Demasiado larga como para encontrarlo, demasiado corta como para dejar de buscarlo.
Y así ocurrió. Ese fue todo el maldito episodio que me dejó incomunicado de la gente que quiero, si me refiero a la comunicación posible mientras camino por la calle. Ya mi bolsillo no puede vibrar por motus propio, ni puedo escuchar ese aberrante ringstone que me ponía siempre de mal humor.
Han pasado varias semanas desde aquel determinante hecho, y hoy en día puedo decir que quedaron secuelas del incidente. No porque extrañe sus aparatosos botoncitos y sus gráficos de Family Game, sino porque todavía estoy como en una nube de confusión, en la que no puedo terminar de resolver dos problemas.
El primero de esos problemas, es que no se si perder el celular fue una señal como para desacerme para siempre de ese brutal aparato, esclavizador de abogados vestidos con trajes Christian Dior, lavador de cerebros de minitas que viajan en colectivos mandando mensajitos, salvo que ellas no lo pierden porque lo tienen todo el viaje en la mano, apretando las teclitas y haciendo un sonidito que sólo puede ser comparado con el zumbido de un mosquito en el oído, en una noche calurosa cuando no te podés dormir. Es relajante no tenerlo más, pero el problema surge cuando me doy cuenta de que se volvió muy necesario en la civilización actual.
El segundo problema es que me surgió un debate filosófico en mis adentros, y he aquí la esencia y el objetivo de estos renglones.
Es común en el mundo occidental globalizado en el que vivimos que habiendo poseído un objeto durante un lapso de tiempo determinado, el hecho de ya no tenerlo, va de la mano con que ese objeto ha sido víctima de un hurto. Sí, un robo, y no importa si es de un raterito callejero o de un ladrón a sueldo, siempre las desposesiones de objetos que fueron adquiridos mediante el dinero o las rifas, son asociadas con las sustracciones ilegales. Y comento lo antes mencionado, porque cuando hoy me preguntan mi número de celular, instantáneamente, casi como de memoria, contesto que me lo robaron. Entonces, señoras y señores, podemos ver que esa respuesta que doy, se contradice con el comienzo de éste escrito, ya que en él cuento que mi celular quedó en el asiento de un colectivo.
En fin. Mi problema es que no puedo entender si el celular, que estoy casi seguro que en estos momentos reside en las manos de algún ser humano de tez indefinida, fue robado, o fue encontrado. Y la duda surge al entender a un robo como la sustracción ilegal de un objeto privado. Porque si bien mi celular estaba solito y solo en un asiento, sin dueño, abandonado, el celular no era público, aunque el colectivo si lo fuera. Cuando alguien deja un auto estacionado, lo deja en la vía pública, y el objeto privado (el auto) queda sin el dueño, lo cual deja en claro que de ser sustraído dicho vehículo, el actor debe ser penado con prisión. Bueno, si suponemos que un colectivo es público como la vía pública, y el objeto abandonado por el dueño como el auto susodicho, es el celular, estamos hablando de un caso similar, en el que el nuevo poseedor del teléfono móvil debe ser penado.
A la vez, entiendo como "encontrarse algo" al hecho de mirar hacia determinado lugar y encontrar un objeto. Al no tener dueño y no ser reclamado por nadie, no es un robo, siempre y cuando no se sepa de quién es el objeto. Entonces, si en la teoría básica fue robado y a la vez encontrado, estamos teniendo un vacío teórico, que debe ser resuelto con la subjetividad. Pero... ¿Con la subjetividad de quién? La del delincuente que ahora lo tiene, diría que es encontrado, pero la mía diría que es robado. Además, el que lo encuentra tiene que buscar algún número en la agenda de contactos y llamar para devolverlo. Pero la Constitución Nacional dice que una persona tiene libertades, por lo que podemos decir que éste ratero tiene la libertad de quedarse quieto en lugar de moverse para devolverme el celular. Y "moverse", abarca mover los dedos de las manos para buscar un contacto en el teléfono. Además, si el que encontró el celular es una persona igual a mi y lo llama a declarar la justicia si alguna vez lo encuentra, él puede decir que soy yo mismo que ya encontró su teléfono. Y si la justicia nos ve cara a cara a los dos iguales, puede cometer el error de encerrarme a mi por equivocación.
¿Entonces mejor creo que el tipo se lo encontró?
Pero quizá el robo no lo cometió la persona que lo encontró, sino más bien, lo cometí yo. Ya sea por haberle robado tiempo a las personas que hoy en día me mandan un mensaje sin saber que nunca lo leeré, sin saber que perdí mi teléfono, o le robo parte del tiempo a las personas que se las tratan de ingeniar para ver como pueden comunicarse conmigo si no tengo teléfono, y cosas así.
En conclusión, podemos ver esto desde el principio de causalidad, o podemos verlo como hechos aislados. Si lo vemos de la primera forma, yo tenía un teléfono que compré, lo usaba, subí a un colectivo con él, por subir al colectivo y descuidarlo, lo perdí, como quedó en el colectivo lo agarró una persona, y ahora esa persona tiene mi teléfono. En ese caso, esa persona tiene mi teléfono, me pertenece, y esa persona me debe algo. Pero si lo vemos de la otra forma, como hechos aislados, yo tenía un teléfono, ahora no lo tengo. Una persona tiene un teléfono que antes no tenía. Coincidimos solamente en que el fin de mi teléfono fue en un colectivo de media distancia, y el principio del suyo fue en el mismo lugar.
Lo que no se y nunca voy a saber, realmente, es si el colectivo en el que perdí el teléfono, es el mismo que el colectivo en el que ésta persona se lo encontró. Porque cuando me bajé, no quedaba ningún pasajero a bordo. Puede que ese colectivo haya caído por un barranco. Entonces, el que encontró el teléfono, lo encontró en otro colectivo...

Pero si el teléfono es el mismo... Bueno, pero recién estaba hablando de dos hechos aislados, dos teléfonos aislados, dos casos aparte.

¿Ah, sí? ¿Y como voy a saber? Si el teléfono no existe, por lo menos en mi mundo. No tengo forma de comprobar si es el mismo. ¿Universos paralelos?
No se, pero el teléfono es un teléfono ficticio, que no existe, y que tal vez alguna vez existió. Si es parte de un universo paralelo, o de un sueño muy real que tuve, no lo puedo comprobar.
Quizá tenía un 50% de posibilidades de que no me lo olvide en el asiento y un 50% de posibilidades de que sí ocurra. Al bajarme del colectivo, me lo olvidé tanto como lo traje conmigo. Quedó en mi bolsillo con el mismo porcentaje con el que quedó en el asiento. Puede que su cuerpo se haya dispersado y evaporado por ahí, pero su esencia sigue conmigo.

Por eso, sólo creo en lo que veo, y lo que veo, no siempre es lo que creo estar viendo.
A mi teléfono no lo veo, entonces no entiendo para qué sigo, siquiera, hablando de él.
Y no es lo mismo hablar de un difunto, que por más que no se lo vea, se lo recuerda o se sigue hablando de él. Una cosa es el recuerdo, otra cosa es preguntarse en donde andará. Puedo recordar los lindos momentos que pasé con mi telefonito, pero no tiene caso preguntarme por su paradero.
Y menos si se trata de un bien de uso, con una vida útil de no más de tres años, que es facilmente reemplazable.

Acabo de hacer una pausa. Pensé dos segundos y toqué mis bolsillos con las manos. No hay nada en ellos.
Por un momento pense que si me concentraba mucho, por ahí me encontraba con mi celular...

viernes, 4 de marzo de 2011

Variación en el habla

La diversidad cultural que se produce en los híbridos procesos de aculturación en una sociedad, tiene como una de las consecuencias distorsión en los modos de expresión idiomática de los individuos. Cabe aclarar que hay formas de expresión que están más aceptadas que otras, y esto se debe a que, probablemente, la forma de expresión que impone la cultura dominante, es la que será vista como la correcta o la recomendada. De todas maneras, no significa que otros sectores de la sociedad, en donde rigen las subculturas, no tengas derecho a expresarse a su antojo.

A continuación, comprobaremos la anterior hipótesis con ejemplos claros encontrados en la vida cotidiana.
Fueron creados seis personajes, cada uno perteneciente a un ámbito social distinto, para reproducir a través de ellos las distintas formas de expresión que existen hoy en día en nuestra sociedad.

Personajes:

1) Un hombre que ha pasado su adolecencia metido en una escuela militar, que ha ejercido la profesión de policía de la provincia de Córdoba. Un tal Ricardo Juarez.

2) Un manyín de por ahí, que asiste eventualmente a recitales de Rock, toma vino en plazas, deambula por la zona del abasto y tiene un par de rastas en la cabeza. El viejita.

3) Una diplomática rectora de una importante universidad. Isabel Pérez Haedo García Lorca.

4) Un cuartetero que asiste todos los fines de semana al estadio del centro a ver La Mona o La Banda de Carlitos, usa gorra, ropa Nike de Feria y tiene un tatuaje con el nombre de la madre. El Araña Pollito, le dicen.

5) Una simple señora mayor, que tuvo una vida laboral ardua, que ya se jubiló y se dedica a ir al médico y a mirar el programa de Tinelli. Le suelen decir Ube.

6) Una mujer cuarentona, muy mona, top, que va al gimnasio y se hizo las tetas. No dice ni el nombre ni la edad.


Seguido de eso, al estilo Peter Capusotto en uno de sus videos, se les pide a estas personas que traduzcan a su lenguaje cotidiano las siguientes expresiones:

a) Se me perdió el celular.

Ricardo Juarez: Tengo un cero cuarentaidós, extravío total o parcial de mi comunicador.

El Viejita: Uhh, vieja, todo mal... Perdí el fono...

Isabel Pérez Haedo García Lorca: Caráspita. Se me perdió el teléfono móvil.

El Araña Pollito: Chori, me desapareció el pinchilón con el que me bolaceo con la guacha...

La Ube: ¿Dónde estará el aparatito? Lo he de haber perdido... Voy a llamar al plomero para ver si me lo encuentra. Es de amorooooso el chico...

Cuarentona Top: ¿Y el celu? ¿Dónde está mi celu? ¿Que onda? O sea, Hello... No encuentro mi celu.


b) No te creo.

Ricardo Juarez: El testimonio es negativo. ¿Puede verificar el mismo?

El Viejita: Me estás charlando, langa...

Isabel Pérez Haedo García Lorca: Patrañas. La inverosimilitud de tus palabras es evidente.

El Araña Pollito: Caiesé... te va a crecé la narí, pinocho feroz...

La Ube: ¡Me estás cachando, te calé!... Dejáte de embromar.

Cuarentona Top: Sorry, che, pero no te creo ni un poquitín, gordo...


c) El hombre estaba nervioso y sin querer se cayó por la ventana. Murió inmediatamente.

Ricardo Juarez: El masculino se encontraba en estado de exaltación emocional, mientras que al mismo tiempo el susodicho se apoya en uno de los parates de un escape de aire, el cuál no resiste, haciendo que el cuerpo se de a la fuga, derivando en la muerte del mencionado.

El Viejita: El chabón estaba así, re loco, no se que le pintaba, y se fue al muere por la ventana, así de una, el chabón.

Isabel Pérez Haedo García Lorca: El hombre sufría de una descompensión psicológica y, por accidente, se cayó desde la ventana y falleció. Que en paz descanse.

El Araña Pollito: Torre Gemela, le decían al culiau. Se caió para abajo y se hizo mierda todo. Que si io, lo debe habé cagao la guacha. Más te vale que no me hagá lo mismo, Marta, tamo?

La Ube: El tipo estaba en su casa, buen mozo el chico, había discutido y de repente se cayó por la ventana. Ooooh, vieras vos el porrazo que se pegó! Ya prendí una velita para que se recupere...

Cuarentona Top: No, no, no... No sabés la que me enteré hoy, loqui... Un tipo se cayó del balcón, así, de una, PUM. Que barbaridad, no te la puedo creer!


d) Amor mío, perdoname.

Ricardo Juarez: Natalia Natalia, le hago presente mis disculpas por el episodio anterior.

El Viejita: Me perdonás, cabeza?

Isabel Pérez Haedo García Lorca: Lo ocurrido me avergüenza. Te hago presente mi pedido de disculpas, ser querido.

El Araña Pollito: Marta, volvé, no te fajo má...

La Ube: Ooooy, que cabeza de novia! Perdoname, Sergio... Digo Francisco... Digo... Estoooo... José.

Cuarentona Top: Sorry, gor... Todo bien, chancho, o sea, ya fue...



Y ahora, mis amigos, surgen las interactivas incógnitas para que resuelvan en casa:

-¿A quién de los seis elegirían si tuvieran que recomendarlo como profesor de nuestro idioma para los extranjeros?
-¿Con la forma de hablar de cuál de los seis se sienten más indentificados?
-¿Encontraron alguna vez algún personaje como el Araña Pollito? ¿Encontraron alguien más gracioso que ese tipo de personajes?
-¿Desearon alguna vez que el hombre que se caiga por la ventana sea en realidad la mujer personaje número seis?

Y la pregunta del millón:

¿Por qué la forma de hablar de las personas causará en uno tantas sensaciones, sentimientos o prejuicios?

viernes, 18 de febrero de 2011

Contratapa

Hace un tiempo me senté a releerme. Encontré dibujos y garabatos alrededor de las letras que parecían escupidas por el lapiz encegecido por el torbellino de pasiones que lo invadían. Las frases sentenciaban, orgullosas, ideas que se creían originales y solo eran un reflejo fugaz en el charco intelectualoide de la vida. Aunque llenas de espacios comunes, carentes de estética y poética, no se podía negar su naturaleza visceral; casi que era lo único reconocible en ellas. Las páginas de la vieja libreta se deshacían en mis manos mientras mis ojos intentaban captar un poco de aquello que fui en algún momento. Las imágenes retornaban difusas, titubeantes; se reconstruían hoja tras hoja, letra a letra, cambiando a la vuelta de cada punto, de cada día y cada año que me separaba y me acercaba a ese muchacho absorto en sus pensamientos. Mi vida, a la luz de aquella pequeña ventana, era turbulenta y apasionada; solo la eterna necesidad de anclarnos en el tiempo había manchado aquel rapsódico relato, dotándolo de una inamovible dimensión cronológica. Lo que pudo haber sido un grito desgarrado en la noche, solo fue un tímido tarareo en una tarde camino a casa... por un momento, pequeño y frágil momento, fui aquel grito...
Lentamente fui volviendo las hojas y borrando una a una las fechas que me negaban la existencia mítica. Tal vez un día me relea y sea otro, ni mejor ni peor, solo otro.

jueves, 17 de febrero de 2011

La verdad sobre los exámenes

Para aprobar un examen, hay dos opciones: La forma correcta y la forma incorrecta.
La forma correcta, por supuesto, es estudiar. Esto se debe a que el objetivo de un examen escolar es reflejar los conocimientos que se poseen en un determinado campo científico. Y la meta que hay detrás de esto es formarse teórica e intelectualmente para obtener herramientas que después nos permitirán enfrentar la vida estando más aptos y preparados.
Pero la verdad de la milanesa, es que a veces, un examen, por más que nos matemos estudiando, puede no brindarnos nada.
Reprobar un examen, no significa ser un ignorante y no es motivo de preocupación. Claro, si es que ese examen no es, por ejemplo, para pasar o no de año, y esas cosas importantes. A veces no se tienen ganas de estudiar por hacer algo mejor o más divertido. Los conocimientos necesarios para aprobar, los podés adquirir después.
Lo mejor, en esta vida, creo yo que es aprender y aprender ilimitadamente, pero eso no sólo se gana estudiando, si no también viviendo y poniendo en práctica los aprendizajes.
Toda esta introducción, la hago para brindar al lector un método que solucionará esa intranquilidad que se tiene cuando se enfrenta un examen sin tener ganas de estudiar. Y la solución, no es precisamente estudiar, sino simular.
Un capítulo de Los Simuladores, mostraba distintos métodos en que un alumno aprobaba todas las materias de marzo con ayuda de éstos controvertidos muchachos, de una manera entretenida y exagerada.
A continuación, dejo un método que será cien por ciento efectivo si es que se cumplen todos los pasos al pie de la letra, y, por supuesto, con la suerte a favor. Pero la suerte es lo de menos, si los pasos se ejecutan correctamente.

Todo puede variar dependiendo de la estrictez de la institución a la hora de tomar exámenes, de la estrictez de los profesores y de la solidaridad de compañeros o de amigos que te ayuden a llevar a cabo el simulacro. Además, es más fácil efectuarlo en exámenes en donde las respuestas van en hoja aparte, y generalmente, depende de la materia y el tiempo que te lleve responder los preguntas. No es lo mismo responder una prueba de historia que una de matemática, porque lleva más tiempo pensar y escribir las respuestas de historia que las de matemática.

Primer paso (Conseguir las herramientas necesarias):

-Un par de hojas.
-Dos lapiceras de igual color.
-Una cartuchera.
-Una mochila.
-Un humano que realice el traslado de hojas. (Alguien no muy conocido por el profesor, que pase desaprecibido).
-Un humano con muchos conocimientos de la materia, que será el encargado de resolver el examen por nosotros.

Segundo paso (Establecer ubicaciones y puestos de ejecución):

-Elegir el banco en donde uno se sienta durante el examen. Es ideal que éste esté situado al lado de una ventana. En caso de no haber ventanas accesibles, ya sea porque el profesor te siente en otro lado, o porque las ventanas no tienen acceso al pasillo de la escuela o por la razón que sea, sentarse en un banco de adelante, cualquiera. Ésto ayudará a que el profesor desconfíe mucho menos. O no desconfíe. Porque no todos los profesores piensan que somos tranfugas.
-Establecer un lugar para que el que resuelve el examen esté esperando la hoja. Dicho lugar tiene que ser seguro, en donde nadie pueda molestar ni sospechar nada. Lo ideal sería una biblioteca de la escuela. Además, mientras más cerca esté del aula en donde estamos, mejor, porque eso permitirá reducir el factor tiempo.

Tercer paso (Establecer los tiempos):

-Arreglar con la persona que lleva y trae las hojas en qué momento deberá rondar por el aula para hacerse con la hoja que le demos.
-Dejar en claro el tiempo que tendrá la persona que resuelve el examen para poder entregarlo a tiempo. No serviría de nada que tarde un día para resolverlo, porque el profesor ya se habrá ido y seguramente no nos dejará llevarle el examen a la casa.

Cuarto paso (Asegurarse de cuáles serán las variaciones que se harán definitivamente):

-Esperar hasta que el profesor llegue al aula y comience el examen para comenzar el plan. Eso permitirá que el que se encarga de llevar y traer las hojas sepa si el cambio se hará por la ventana o mediante otro método.
-Inventar una comunicación por señas para indicar los momentos y las formas de intervención de ésta persona.

Quinto paso (Ejecutar el operativo):

Llegar temprano para reservar lugar. En caso de que hayan reservado el lugar que queremos, sobornar o convencer al compañero que lo haya hecho, aluciendo que tenemos un plan brillante. Eso le dará intriga y te lo brindará fácil, sobretodo porque él seguramente estudió y le da lo mismo sentarse en donde sea. Además, si se quiere copiar, preferirá sentarse al fondo, así que pedir un banco de adelante no será una gran dificultad.
-Sentarse en el banco al lado de la ventana, en el primero de la fila.
-Si por alguna casualidad nos cambian, tratar de ir a otro de adelante. Si no, no importa, tenemos la cartuchera.
-Cuando nos entregan el examen, empezamos a copiar las preguntas en una de las dos hojas extra que tenemos. El profesor creerá que estamos resolviendoló, y no tendrá ninguna sospecha de nada, porque todos los alumnos estarán escribiendo en su hoja.
-Si se acerca el profesor, tratar de dar vuelta la hoja para que no se vea el contenido de lo que escribimos. Si no, agarrar la calculadora, o el diccionario, o algún objeto que nos sea permitido tener sobre el banco. Si no, hacer cara de pensante y mirar fijo algún punto equis.
-Lo peor que puede pasar, es que se de cuenta de que copiamos el examen. Si lo hace y estamos junto a la ventana, nos puede cambiar de banco. Si ya estabamos en otro, nos quitará la hoja. La explicación será que lo copiamos para poder tenerlo en casa para resolverlo como ejercitación en caso de reprobar. Eso puede afectar el operativo, pero es muy difícil que el profesor nos descubra copiando el examen.
-No demostrar nerviosismo en ningún momento. Hay más por ganar que por perder. Cuando seamos viejos marineros recordaremos eso como una estupidez graciosa si es que nos salió mal.
-Una vez con el examen copiado, tirarlo por la ventana cuando el profesor esté distraido. Estos momentos serán cuando le esté evacuando dudas a otro compañero. (Podemos pedirle a algún compañero que lo llame a propósito para ayudarnos).
-Si es que no estamos junto a la ventana, guardarlo en la cartuchera. Ahí se le harán señas disimuladas a la persona de afuera para que entre. Si no hay ventanas, un mensaje de texto será util. Si no, darle a esa persona previamente un margen de tiempo para que entre cuando él crea que el examen ya está copiado.
-Una vez adentro, pedirá permiso al profesor para pedirnos la cartuchera porque tiene que ir a rendir otra materia. El profesor no se negará. En caso de negarse, hacer de cuenta que la situación es real e histeriquear para que el hombre permita que el muchacho pueda irse a rendir con su cartuchera.
-Sea como sea, por la ventana o por la cartuchera, cuando el muchacho ayudante tenga el examen copiado en su poder, todo estará en manos de segundos y terceros. Él la llevará al inteligente que responderá las preguntas. Mientras tanto, nosotros nos quedamos sentados, con la otra hoja extra que nos sobró, escribiendo estupideces, como textos para publicar en un blog, o algo que haga parecer que estamos resolviendo de manera común y corriente el examen. Por supuesto, no tomar ninguna postura nerviosa o sospechosa.
-Una vez que la persona haya resuelto el examen, con ayuda de sus conocimientos y libros de la materia, vendrá en persona o enviará al mensajero para darnos la hoja resuelta. Es muy importante tener en claro que debe ser resuelto en una hoja aparte a la que le enviamos, porque no sería lindo que el profesor vea una hoja con las preguntas y las respuestas escritas con letras distintas.
-Si el mensajero tuvo que hacer lo de la cartuchera, mejor que ellos dos se consigan otra persona para traernos la prueba. Si no, no hay mucho problema.
-La prueba nos la puede traer de diversas formas. Si estamos en el primer banco junto a la puerta y la ventana, es más fácil, porque puede entrar al aula preguntando algo y dejarnos la hoja de costeleta. Si no, por la ventana es otra opción. La más segura, porque también sirve si estamos en otro banco lejano a la ventana, es que la traiga dentro de nuestra mochila, que, previamente, se la habíamos dejado a ellos. Le dice al profesor que se tiene que ir y nos deja eso, en donde sacaremos del bolsillo más accesible la hoja con las respuestas.
-Una vez con la hoja en manos, que será la parte más difícil del operativo, todo será como si lo hubieramos respondido nosotros en terminos legales. Ahí ya podemos tirar chistes, conversar con el profesor, cancherear y esas cosas.


Todo el plan, no garantiza resultados positivos. Conozco un caso en donde todo salió a la perfección y el alumno, amigo mío, reprobó por la incompetencia del intelectual que resolvió mal los ejercicios.
No es recomendable ejecutarlo en exámenes que determinen nuestro futuro, como una materia previa en su última instancia, o esas cosas complicadas.
Conozco cuatro ocasiones en donde el plan se ha ejecutado, y he participado en tres de ellas. Dos veces como movilizador de hojas y una como alumno rindiente. La cuarta, me la han contado. En las cuatro oportunidades, el plan salió a la perfección, así que, si se eligen las personas correctas, inteligentes, astutas y pícaras, hay un cien por ciento de efectividad que nos respalda.

Mañana voy a ejecutar este plan otra vez.

Que comiencen aquí las apuestas, señores...

jueves, 20 de enero de 2011

La puta que los parió

Estoy podrido de esconderme de la luz para poder pensar tranquilo en que tengo que salir de la sombra para iluminarme un rato. Estoy también podrido de mi saturadora manera de comprender una realidad que de entenderla de un modo más simple me volvería iluso. Estoy cansado de viajar largos trechos agotadores que comienzan en mi mente y no avanzan, se quedan en ella, dejándome estancado siempre en el mismo lugar. Estoy cansado y también harto de creer que buscándole la vuelta a un problema todo terminará mejor de lo esperado, mientras que de no hacerlo todo termina de la peor manera. Porque la solución parece estar a la vista, pero tardo siempre un año luz hasta encontrarla.
Las casitas de madera que rodean la laguna de mis pensamientos esconden cada una un universo, por lo que caigo en la cuenta de que mis despertares no me alcanzarán para caminar por todos y cada uno de ellos. Por las noches, del centro de la laguna florecen estrellas que titilan como luciérnagas y se quedan ahí flotando, en silencio, dejando sonar tan sólo la orquesta desafinada de los grillos y las chicharras. Lo curioso es que yo miro al cielo y me creo que las estrellas están allá arriba y la laguna sólo es un espejo que las refleja. Pero me equivoco, no es así, las estrellas nacen en el agua y el cielo las copia, porque está tan lejos de mi que se siente aislado e intenta imitar aquello que tengo más cerca.
Un camino parece iluminarse debés en cuando, cuando parezco ahogarme en aquella laguna en la que ni siquiera estoy metido, pero de sólo verla, me falta el aire. A paso presuroso marcho por el camino que me conduce a una salida momentanea, un instante de oxígeno, un suspiro de paz. Y cuando puedo respirar, puedo ver con mayor claridad.
Ya no estoy podrido de esconderme de la luz, porque ni siquiera lo hago. La disfruto, dejo que ella me apuñale en el pecho y me sobrecargue de energía. Tampoco estoy podrido de mi saturadora manera de entender la realidad, porque por un tiempo dejo de entenderla. Ni la entiendo, ni me interesa hacerlo. Ya no viajo por ningún trecho ni le busco la vuelta a nada, porque no lo necesito, porque todo está ahí: Ahí comienza, ahí termina.
Un instante, no más que eso. No es el ayer, no es el mañana. No es el pasado, no es el futuro. Tampoco puedo decir que es el presente, porque el presente tiene nombre de regalo y ese instante está muy lejos de ser regalado. Me lo gané, porque yo llegué solo a ese lugar.
De repente mi laguna desapareció, ya no está más. Tampoco las casitas de madera con los universos a su alrededor y mucho menos las estrellas flotando en ella. Ahora las estrellas están bien arriba, en un cielo que no se siente solo porque ya no siente, si no que hace sentir. Pero ahora, abajo del cielo aparece algo nuevo. Y eso sólo puede verse saliendo de esa laguna, siguiendo el camino que te aleja de ella. La vista fija en el horizonte, en donde no se ve más que agua. Es un mar. Un mar con olas, que me mojan los pies mientras respiro aire puro de libertad. De noche, las estrellas no se reflejan en él, porque él tiene cosas más importantes que hacer que reflejar astros inalcanzables.
Yo no se si es de día o de noche, pero que me importa eso si estoy viendo salir al sol en aquel lejano horizonte. Un segundo antes era de noche, un segundo después es de día. ¿No es demasiado poco tiempo un segundo para determinar una diferencia tan grande?
Pero las turbinas que hacen funcionar ese instante, esa sensación, ese nuevo mundo de oxígeno puro, comienzan a detenerse. Me llaman del otro lado. Hay que volver. La laguna ya no está tan saturada porque parte de ella me acompañó al mar, y al enamorarse de él, decidió quedarse ahí. Entonces, vuelvo más calmado.
Al fin y al cabo, es mí laguna, porque ahí es donde crecí, y soy lo que soy gracias a ella. No es tan triste volverla a ver, pero seguramente no lo es, porque ahora se que cuando me vuelva a ahogar en ella puedo volver al mar.

martes, 18 de enero de 2011

San Marcos Sierra

Se ha detenido el tiempo para San Marcos. El río fluye, la gente fluye, el sol camina de Este a Oeste y al caer la noche la chicharra comienza sus plegarias. Hay verdes, rojos y amarillos durante el día, y los hay también coreados por estrellas; hay silencios que permiten sinfonías al oído educado, naturales y culturales.
Pero un reloj es solo girar de agujas para San Marcos, no tiene sentido. Hay mujeres hermosas, feas y hasta horrorosas, pero todas bellamente sincronizadas con la Sierra; hay hombres que no lo aparentan, machos y decadentes: Una ensalada de vidas convergen en murales andantes que en nada echarán raíces y serán parte del paisaje.
Es una película de cowboys, un antro cubano, un negocio europeo, todo en lenguaje castellano, y sin embargo ningún cristiano. Dios es la tierra y sus frutos, nómades y sedentarios; la iglesia se lleva dentro y se evangeliza sonriendo, hablando, cantando; la religión es el sentido común de estar vivo sin hacer daño, al menos no tanto. Algún yuyito mágico como moneda corriente y la libertad como bandera hacen de esta gente el arché de la vida; no hay trabajo aquí para psicólogo pues los locos son sanos, y hasta los más sanos están locos, no entienden de progreso y desarrollo, porque ellos ya son perfectos.
La madrugada es cuando se amanece , las doce cuando pinta el hambre, en el río nace la tarde y la media noche cuando el pueblo arde. Ningún artefacto del hombre podrá marcar jamás el latido de San Marcos Sierra.

El único calendario que se consigue comprar, no entiende de días, meses o años, es solo un papel que tiene estampado simplemente: HOY.