domingo, 24 de abril de 2011

Hombres que no se sabe si existen

De macro existencia

En algún recóndito lugar, en una remota época, existía un hombre que no existía. Lo curioso es que, más allá de su existencia, el hombre se sentía acosado todo el tiempo por la gente. Él no encontraba explicación terrenal para éste hecho, puesto que si él no existía, no podía tener la gente manera de acosarlo. Es por eso que no había explicación alguna para ese molesto acoso, ya que no había cuerpo suyo en el mundo con el que pudiera ser víctima.
Cierta noche, luego de tanto pensar y darle vueltas al asunto, se dio cuenta de que no era necesario un cuerpo para ser sometido, ya que el acoso físico no es la única forma de acoso. Era la gente la que, como si fuese una buena costumbre, pensaba en él, lo recordaba y lo describía en su mente. Y era él quien tenía que pasearse mente por mente, para ser protagonista en el mundo racional de cada persona que lo pensaba. Fue allí cuando comprendió que no existía mientras no lo pensaran, pero sí existía si lo hacían, no sólo en un mundo sino en infinitos mundos, y por más que quisiera desaparecer de una buena vez, estaba condenado a seguir existiendo para siempre, hasta el infinito, siempre que hubiera alguien dispuesto a pensarlo.
Mejor dejo de escribir sobre ese hombre y le doy un poco de paz. Usted, lector, ya deje de acosarlo, olvídelo, porque no es bueno andar molestando a la gente.

De micro existencia

Había otro hombre en otro lugar, y vale aclarar que él conocía bien su condición de existente, que tenía un problema muy curioso, el cual lo tenía muy incómodo. Todo se volvía difícil para él cuando la voz de su conciencia le sugería cosas que él sabía que no era posible llevarlas a cabo. Encima, la voz de su conciencia tenía, a la vez, una voz de su conciencia. Entonces, la voz de la conciencia le proponía cosas a la voz de la conciencia del hombre, las cuales, la voz de la conciencia no sabía si aceptarlas o no, porque el hombre no quería escuchar a la voz de su conciencia, y, mucho menos, a la voz de la conciencia de la voz de su conciencia.
La razón por la cuál el hombre no podía plasmar en actos lo que sus voces internas le sugerían, era porque el hombre era el personaje de un cuento escrito por un escritor que ya había muerto y dejó su libro sin terminar, y, para peor, el personaje todavía no había intervenido en el libro, por lo que la única oportunidad de intervenir que le quedaba era que algún nuevo escritor lo imaginara y lo hiciera actuar en alguna historia, pero si no lo imagiaba tal cuál era, ya no sería el mismo personaje, ni el mismo hombre con la misma voz de su conciencia que tenía a la vez una voz de la conciencia, y el hombre seguiría esperando el momento de actuar, soportando eternamente las sugerencias de sus voces internas sin tener manera de materializarlas.


De macro y micro existencia

Había una vez un mundo intermedio que estaba situado entre dos mundos. No a modo de sanguche, ya que no era visible cada mundo en sí, sino que había un solo mundo que contenía a los otros dos. Ese mundo, el más grande, contenía al mundo del medio, que era una porción muy pequeña de ese mundo grande, y el mundo intermedio, a su vez, contenía al mundo más pequeño, que era una porción muy pequeña del mundo mediano y, al mismo tiempo, una porción muchísimo más pequeña del mundo más grande. Al ser así y no de otra forma, queda en claro que los sucesos que ocurrían en el mundo grande podían tener grandes repercusiones en el mundo del medio y mucho mayores en el mundo pequeño, pero nunca al revés. Es decir, los hechos que acontecían en el pequeño mundo, nada de interferencia tenían con el mundo del medio, y mucho menos con el mayor. Lo interesante del asunto, era que los habitantes del mundo mediano no conocían a los habitantes del mundo grande ni a los habitantes del mundo pequeño. Por supuesto, ni los habitantes del mundo mayor ni los del mundo menor conocían tampoco a los habitantes de los otros dos mundos. Entiéndase así la magnitud de cada uno de los mundos. Lo cierto era que los del mundo del medio sólo podían imaginar la existencia de seres del mundo mayor, o creer en ella. Ni aunque lo intentaran una y otra vez, podían comprobarla, porque el tamaño de los habitantes del mundo más grande era demasiado como para ser percibido por los habitantes del mundo mediano. Lo mismo le pasaba a los del mundo pequeño con los habitantes del mundo del intermedio. Y pasaba también al revés, cuando los habitantes del mundo mayor se preguntaban por la existencia de seres diminutos, tan diminutos que no puedan ser percibidos. Esos eran los seres del mundo intermedio, que no podían ser reconocidos por los del mundo grande. Igualmente ocurría con los seres del mundo mediano, cuando se preguntaban lo mismo, refiréndose a los seres del mundo pequeño.
Con sólo conjeturas e ideas sobre las posibles existencias de macroseres y microseres, los habitantes del mundo del medio vivían su acelerada vida llenándose de interrogantes. Por supuesto, los seres del mundo más grande también se preguntaban por macroseres y microseres, y, a su vez, los habitantes del mundo pequeño también lo hacían. Es decir, que el mundo más grande, podía, a la vez, ser el mundo intermedio de otro mundo mayor, e incluso el mundo pequeño de otro mundo más grande. Y, como es evidente, los seres del mundo pequeño podían ser seres de un mundo mayor para los habitantes de un posible mundo más pequeño. Y, así como los habitantes del mundo intermedio, los seres del mundo mayor y del mundo menor también vivían su vida plagada de interrogantes.
Lo que ninguno de todos esos habitantes ignorantes de cualquiera de los mundos sabía, era que el mundo propio y los demás posibles mundos no eran otra cosa más que una idea que tenía Dios para filmar una película, y que el sinfín de seres no eran más que una creación de personajes en su intelecto. Por supuesto, ese Dios era habitante de un mundo de Dioses que vivía cuestionándose sobre la existencia de seres superiores o de seres tan pequeños que no podían ser percibidos. Pero lo que ese Dios no sabía, era que tenía un creador, que es el mismo que el de ésta historia, que entiende que en el mundo racional, cada personaje antes mencionado es tan verdadero como real, pero en el mundo empírico, todos son una fantasía. Lo divertido está en pensar si el mundo empírico en el que vive el creador de la historia es realmente empírico, o forma parte de un mundo racional pensado por algún ser, como pasa en el caso del Dios, en donde él cree que su mundo es real y sus pensamientos son un mundo idealizado, pero en realidad su mundo también es parte de una imaginación. Y es ahora cuando el narrador comienza a preguntarse si él mismo es un personaje que está siendo escrito.

2 comentarios:

ORSHE dijo...

no se si soy yo el que esta haciendo este comentario o si es imaginación del que me imagina a mi, pero la cuestión es que ya bastanate me cuesta entender como se puede escribir por internet, mirá si voy a entender si existo o no!!

Раскольников dijo...

Esa micro existencia me cargó de pena y sufrimiento ajeno!

La macro es simplemente terrible y me hace pensar que en la eternidad del cielo solo hay locura y depresión.



Me fascinó la tercera parte!!!!!!!!

Aunque no voy a aceptar de ningunísima forma que me esté destinificando una lapicera, un pincel, ni una mente, ni un cerebro, ni "Dios" (no me refiero a Maradona sino al impostor que tiene la mansión en Roma, la cual no visita seguido).