lunes, 23 de mayo de 2011

Adora la noche...

Un delicado aroma a feria se descolgaba de su boca en rítmicas dosis marcadas por el subir y bajar de su pecho. Su rostro reflejaba el apacible sueño en el que se sumergía precipitadamente. Unos ojos, como el bosque devorándote en su espesura, se perdían en los tuyos mientras caían en la nebulosa onírica. Detrás de la quietud de sus gestos se sacudía una tormenta arrasadora, que te devoraba en cada suspiro, y te volvía etéreo con cada beso de su boca. La noche con sus aromas habitaba en su pelo, y un deseo de que nunca amanezca estallaba en tu pecho embriagado de excesos. El tiempo se desgranó frente a los dos cuerpos que fluían con ritmo propio, como un mar azotando una playa desierta. Las horas o los años pasaron sin ser advertidos y el día estalló en la ventana mientras la noche huía escaleras abajo.
El atardecer recibió en sus brazos tu cuerpo atravesado por las heridas nocturnas. Difícil fue comprender la escena que invadía todos tus sentidos; solo un sueño podía ser, pero los recuerdos de aquella hermosa tempestad están gravados aún en tu piel. El amargo del mate te recordó que estabas solo de nuevo.

Tal vez algún día amanezcas abrazado a la noche. Tal vez no. Pero sus ojos que ya se sienten grises y su pelo con aroma a brisa todavía duermen a tu lado.



1 comentario:

Lojodio A. Lojotáreo dijo...

Que abuso.

Soy un gran admirador de tu poesía.