jueves, 21 de abril de 2011

Click.

Un día me voy a dar cuenta (o vuelta, tal vez).
Una cosa sucedía mientras los gestos permanecían serenos. Una mirada de reojo, unos ojos que correspondían, y los gestos serenos de siempre maquillaban ese rostro que quería saltar. No todo acontecía en un fugaz encuentro, la pantalla repetitiva de los sueños iluminaba diariamente lo que el día ocultaba.
No sé si así sucedieron las cosas o si el recuerdo juega caprichosamente con los fragmentos de esta vida, pero eso no es lo que importa ahora.

Una puerta se entreabrió dejando escapar una ráfaga de luz que huyó precipitadamente escaleras abajo. El barullo dulzón que se derramaba de aquella abertura la desgarraba del firmamento negriazul del pasillo a oscuras. Los pasos embriagados se movían lentamente hacia aquel éxtasis prometido. El sopor que inundaba los sentidos prologaba el preciado encuentro.
Dos pasos se sucedieron parsimoniósamente. Una lágrima aún retozaba en el abismo de la mejilla, demorándose antes de saberse brisa.
Un escalón y el salto. El fulgor de aquella entrada ya se sentía en los párpados.
Un chasquido y el resplandor se hace blancura enceguecedora. A lo lejos se distingue una puerta entreabierta que promete un paraíso de sombras...


1 comentario:

Раскольников dijo...

Un chasquido y el resplandor se hace blancura enceguecedora. A lo lejos se distingue una puerta entreabierta que promete un paraíso de sombras...

Me quedo con esa imagen de nuestro futuro hogar. Me viene haciendo falta un paraíso.