-Disculpe señor, ¿Podría decirme la hora?
-Lo siento, no llevo reloj. De todas maneras, no entiendo que es lo que debería disculparte.
-Simplemente mi interrupción.
-En todo caso soy yo el que no tiene reloj. Yo debería pedirte las disculpas. ¿Qué es lo que debería perdonarte?
-No lo sé. Nada, entonces.
-¿Nada? Una interrupción no es "nada", si no más bien "algo".
-Es verdad, pero lo que usted hacía era tan poco importante que mi interrupción fue equivalente a nada.
-¿Caminar por la calle te parece poco importante? Me dirijo a resolver asuntos importantes, eso es importante.
-Pero lo importante son los asuntos, no la acción de caminar que usted estaba efectuando recién. Creo que eso no era importante.
-¿Y por qué las disculpas entonces?
-No lo se. Una simple manera de dirigirme hacia usted.
-Esa simple manera es la que no comprendo.
-¿Qué es lo que no comprende?
-Nada a cerca de esa simple manera de dirigirte hacia mí.
-¿Por que no la entiende?
-Verás... Cuando te explicaron la teoría de la relatividad de Einstein, ¿Lograste entenderla a la primera vez?
-Quizá no...
-Bueno. Yo siento lo mismo que tú sentiste en ese momento.
-No, porque esa sensación puede variar dependiendo el momento.
-Veo que ahora la entiendes.
-¿Entender qué?
-La teoría. Esa, la de la relatividad.
-No del todo.
-Pero lo suficiente como para usar el termino "relativo"...
-Nunca usé ese término.
-Sí implícitamente.
-¿Qué tiene esto que ver con la manera en que me dirigí a usted?
-Lo mismo que tengo que ver yo contigo.
-¿Y qué es precisamente eso mismo?
-Aún no lo entiendo.
-Probablemente, pero... ¿A que se debe su duda sobre mis disculpas iniciales?
-Es quizá muy raro. Somos dos individuos de la misma especie que no logramos entendernos, a pesar de que hace un rato que estamos intentando ponernos de acuerdo.
-Estoy llegando a dudar de eso. Usted está llegando a parecerme de otro planeta.
-¿De otro planeta?¿Por qué lo dices?
-¿A caso en este planeta las personas suelen hablarle de la relatividad de Einstein cuando apenas hace medio minuto que lo conocen?
-Creo que no...
-Es por eso que usted parece de otro planeta.
-Tal vez tú eres el de otro planeta.
-¿Por qué yo sería de otro planeta?
-Porque estás hablando de otro planeta. Estás dando la posibilidad de que exista otro. Estás mencionando otro que no es éste.
-Todo el mundo sabe que hay otros planetas.
-Yo solo conozco este...
-Pero ha estudiado sobre el espacio y los astros, me imagino.
-Soy abogado. Nunca fui contratado en un caso intergaláctico.
-No me refiero a eso...
-Deberías entonces ser más específico en cuanto a lo que te refieres cuando hablas.
-Me parece lógico.
-Podría ser ilógico.
-No dije lo que es, si no lo que me parece.
-Muy bien, creo que ahora estás especificando más.
-Le agradezco su halago.
-Entonces estás disculpado.
-¿Por qué?
-Por haberme hecho perder todo este tiempo, cuando lo que únicamente necesitabas era saber la hora.
-El tiempo lo perdió usted, preguntándome cosas insignificantes.
-El tiempo no lo hubiera perdido si tú me hubieras respondido concretamente la razón por la cuál me pedías disculpas.
-¿Para que quería saber esa razón?
-Porque cuando tengo que hacer algo, me gusta saber por qué lo hago.
-¿Qué es lo que tenía que hacer?
-Disculparte.
-Pero usted sabía que fue sólo una manera de dirigirme hacia usted.
-Hubiese sido sólo una manera de dirigirse, si tú fueses otra persona y no precisamente la que eres.
-¿Qué tiene de malo que sea yo?
-Qué tú me hiciste perder un tiempo valioso, y ni siquiera puedo saber cuánto es, porque no tengo mi reloj.
-¿Eso es mi culpa?
-Sí. ¿Podrías devolvermelo?
-Está bien. ¿Cómo supo que lo tenía yo?
-Porque la hora de mi reloj estaba desconfigurada exageradamente.
-¿Y eso que tiene que ver?
-Que soy la única persona de la calle y no había nadie más que pudiera decirte la hora, entonces tuviste que preguntarme a mí para configurar el reloj que me robaste.
-¿Cómo se dio cuenta de eso?
-Porque una persona que roba delante de otras personas, suele salir corriendo y no quedarse hablando con la víctima. Como no hay ninguna otra persona, pudiste quedarte a mi lado. Además, me sacaste el reloj de la muñeca y te vi hacerlo. De hecho, me apuntaste con tu cuchillo.
-Entonces me está disculpando por robarle su reloj, no por robarle su tiempo.
-¿Y qué es lo que indica el reloj?
-La hora...
-¿Y para qué uno lleva la hora en su muñeca?
-Para saberla cuando desea saberla...
-¿No es esa una forma de controlar los propios tiempos de uno mismo?
-Puede ser...
-Entonces, al robarme el reloj, me estás robando mi tiempo. Yo tengo un problema: Necesito ver las cosas para creer en ellas. Si no veo el tiempo en mi reloj, no creo en él. Si nunca fui a otro planeta, no creo que exista otro.
-Pero si la hora estaba desconfigurada, usted no podía saber la hora, por lo tanto, no fuí yo quién robó su tiempo.
-Acostumbro usar mi reloj siete horas y veinticinco minutos atrasado. Se muy bien la hora que es cuando lo miro.
-Entiendo... Pero... ¿Por qué me disculpa, entonces?
-Porque ya tendrás un castigo peor y yo volveré a tener mi reloj.
-¿Cuál es ese castigo?
-Te lo dirá el oficial que te está apuntando desde aquella esquina... Supongo que será algún tiempo tras las rejas. No mucho si tienes buena conducta.
-Bien. Creo que debo rendirme, entonces...
-Necesitarás defender tus derechos... ¿Quieres un abogado?
-Si fueses tan amable...
-No hay problema. Solo quiero que sepas que mis servicios son muy costosos.
-Entiendo... Ahora es usted quién me roba...
-Con la diferencia de que te estoy advirtiendo con anticipación.