viernes, 26 de noviembre de 2010

El lugar indicado en el momento indicado

... Y tal cual lo dijo F. Hernandez... No muy obvio, digamos mejor Francisco H. " Es solo cuestión de sentarse y empezar, de a poco todo sale. Las ideas sobran" (1358). Pero semejante frase, si alguna vez se dijo, no podía tomarse a la ligera.
Sentarse...
Empezar...
Todo sale...
Sobran...
Eureka!!!!!
Por fin lo entendí, cientos de años viajando por todo el mundo y ahora comprendo que la respuesta estuvo siempre conmigo, en mi casa, en la casa de cada uno de los que nos leen y de los que no; en la habitación más pequeña y útil de toda la casa. El nido de las moscas más fáciles de atrapar. El spa de los pobres. El único lugar con aroma personalizado. La sucursal del budismo.
El baño. Solo sentado y pensando he podido resolver entrañable dilema de la vida, y ni esfuerzo tuve que hacer, pues todo apareció de golpe, casi ni llegué a sentarme... sí llegué a sentarme aunque es cierto que no hice mucha fuerza que digamos...
Como decía. Adentrarse en los confines del universo bañal es apto para todo público y altamente recomendable. En él podemos dejar fluir más que nuestra imaginación y plasmar nuestro... arte en donde elijamos hacerlo. Solo se necesita lapiz y papel; lienzo, pintura y pincel; arcilla; piedra, martillo y cincel; una pelota de fútbol... Y como bonus extra: ganas de usar el baño para lo que fue hecho.

No se olviden de tirar la cadena o apretar el botón o llamar a su Jaime para que lo haga por ustedes.

martes, 23 de noviembre de 2010

Historia de una historia...

Ésta historia trata sobre un muchacho que tenía ganas de escribir una historia, pero no se le ocurría nada. Pensaba, pensaba y pensaba, pero la nada era lo único que daba vueltas por su imaginación. Es decir, no tenía ninguna idea sobre qué diablos escribir.
Fue a la heladera, buscó algo para tomar y así refrescó su cuerpo y su mente. Una Paso de los Toros fue el pie para recomenzar la búsqueda de ideas. Se le ocurrió, por ejemplo, mencionar la marca de algún producto, para atraer a un público capitalista.
Volvió al escritorio, se sentó en la silla con rueditas, luego se recostó ligeramente y clavó su mirada en la ventana. Unos dulces pajaritos creaban una atmósfera de libertad, promovida por el ferviente retrato de naturaleza viva, logrando instalar en su deambulante pensar un dejo de tranquilidad. Entonces, se le ocurrió, por ejemplo, usar alguna frase poética que sonara linda.
Giró su cabeza hacia la izquierda y se encontró con su guitarra, ahí, apoyada contra la pared. La agarró y comenzó a hacerla sonar a ver si eso lo inspiraba en algo. Un par de canciones de Red Hot Chili Peppers fueron todo el repertorio, para luego darle fin a su acto musical. Al rato se le ocurrió que quizá quedaría bien citar el nombre de alguna banda de moda en su relato, para que la historia quedara más canchera.
Pero cuando intentaba agarrar el teclado y escribir, no le salía nada. Sentía como si pusiera siete delanteros en cancha y no pudiera hacer el gol. Pero de su cabeza seguían surgiendo ideas, como por ejemplo, usar términos futbolísticos para atraer al público masculino.
Todas las ideas del mundo estaban sobre la mesa, pero no podía conectarlas.
Para inspirarse aún más, decidió buscar en Internet el Blog "Trébol de Tres: Deshojando la modorra...", para así leer los relatos y obtener ideas. Pero no ideas muy brillantes obtuvo, más que citar algún símbolo familiar que cause sensación en sus parientes.
El muchacho ya cansado de tantas vueltas, como si fuese un bailarín del programa de Tinelli, se daba cuenta de a poco de que quizá no era el día para escribir. Ni siquiera su última idea de hablar de la farándula para atrapar a los televidentes chismosos fue lo suficientemente fuerte como para decidir escribir.
Pero cuando decidió levantarse de la computadora e irse a la cama resignado, miró el monitor de su computadora. Su historia ya estaba escrita.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Cuando se da vuelta la tortilla...

-Disculpe señor, ¿Podría decirme la hora?
-Lo siento, no llevo reloj. De todas maneras, no entiendo que es lo que debería disculparte.
-Simplemente mi interrupción.
-En todo caso soy yo el que no tiene reloj. Yo debería pedirte las disculpas. ¿Qué es lo que debería perdonarte?
-No lo sé. Nada, entonces.
-¿Nada? Una interrupción no es "nada", si no más bien "algo".
-Es verdad, pero lo que usted hacía era tan poco importante que mi interrupción fue equivalente a nada.
-¿Caminar por la calle te parece poco importante? Me dirijo a resolver asuntos importantes, eso es importante.
-Pero lo importante son los asuntos, no la acción de caminar que usted estaba efectuando recién. Creo que eso no era importante.
-¿Y por qué las disculpas entonces?
-No lo se. Una simple manera de dirigirme hacia usted.
-Esa simple manera es la que no comprendo.
-¿Qué es lo que no comprende?
-Nada a cerca de esa simple manera de dirigirte hacia mí.
-¿Por que no la entiende?
-Verás... Cuando te explicaron la teoría de la relatividad de Einstein, ¿Lograste entenderla a la primera vez?
-Quizá no...
-Bueno. Yo siento lo mismo que tú sentiste en ese momento.
-No, porque esa sensación puede variar dependiendo el momento.
-Veo que ahora la entiendes.
-¿Entender qué?
-La teoría. Esa, la de la relatividad.
-No del todo.
-Pero lo suficiente como para usar el termino "relativo"...
-Nunca usé ese término.
-Sí implícitamente.
-¿Qué tiene esto que ver con la manera en que me dirigí a usted?
-Lo mismo que tengo que ver yo contigo.
-¿Y qué es precisamente eso mismo?
-Aún no lo entiendo.
-Probablemente, pero... ¿A que se debe su duda sobre mis disculpas iniciales?
-Es quizá muy raro. Somos dos individuos de la misma especie que no logramos entendernos, a pesar de que hace un rato que estamos intentando ponernos de acuerdo.
-Estoy llegando a dudar de eso. Usted está llegando a parecerme de otro planeta.
-¿De otro planeta?¿Por qué lo dices?
-¿A caso en este planeta las personas suelen hablarle de la relatividad de Einstein cuando apenas hace medio minuto que lo conocen?
-Creo que no...
-Es por eso que usted parece de otro planeta.
-Tal vez tú eres el de otro planeta.
-¿Por qué yo sería de otro planeta?
-Porque estás hablando de otro planeta. Estás dando la posibilidad de que exista otro. Estás mencionando otro que no es éste.
-Todo el mundo sabe que hay otros planetas.
-Yo solo conozco este...
-Pero ha estudiado sobre el espacio y los astros, me imagino.
-Soy abogado. Nunca fui contratado en un caso intergaláctico.
-No me refiero a eso...
-Deberías entonces ser más específico en cuanto a lo que te refieres cuando hablas.
-Me parece lógico.
-Podría ser ilógico.
-No dije lo que es, si no lo que me parece.
-Muy bien, creo que ahora estás especificando más.
-Le agradezco su halago.
-Entonces estás disculpado.
-¿Por qué?
-Por haberme hecho perder todo este tiempo, cuando lo que únicamente necesitabas era saber la hora.
-El tiempo lo perdió usted, preguntándome cosas insignificantes.
-El tiempo no lo hubiera perdido si tú me hubieras respondido concretamente la razón por la cuál me pedías disculpas.
-¿Para que quería saber esa razón?
-Porque cuando tengo que hacer algo, me gusta saber por qué lo hago.
-¿Qué es lo que tenía que hacer?
-Disculparte.
-Pero usted sabía que fue sólo una manera de dirigirme hacia usted.
-Hubiese sido sólo una manera de dirigirse, si tú fueses otra persona y no precisamente la que eres.
-¿Qué tiene de malo que sea yo?
-Qué tú me hiciste perder un tiempo valioso, y ni siquiera puedo saber cuánto es, porque no tengo mi reloj.
-¿Eso es mi culpa?
-Sí. ¿Podrías devolvermelo?
-Está bien. ¿Cómo supo que lo tenía yo?
-Porque la hora de mi reloj estaba desconfigurada exageradamente.
-¿Y eso que tiene que ver?
-Que soy la única persona de la calle y no había nadie más que pudiera decirte la hora, entonces tuviste que preguntarme a mí para configurar el reloj que me robaste.
-¿Cómo se dio cuenta de eso?
-Porque una persona que roba delante de otras personas, suele salir corriendo y no quedarse hablando con la víctima. Como no hay ninguna otra persona, pudiste quedarte a mi lado. Además, me sacaste el reloj de la muñeca y te vi hacerlo. De hecho, me apuntaste con tu cuchillo.
-Entonces me está disculpando por robarle su reloj, no por robarle su tiempo.
-¿Y qué es lo que indica el reloj?
-La hora...
-¿Y para qué uno lleva la hora en su muñeca?
-Para saberla cuando desea saberla...
-¿No es esa una forma de controlar los propios tiempos de uno mismo?
-Puede ser...
-Entonces, al robarme el reloj, me estás robando mi tiempo. Yo tengo un problema: Necesito ver las cosas para creer en ellas. Si no veo el tiempo en mi reloj, no creo en él. Si nunca fui a otro planeta, no creo que exista otro.
-Pero si la hora estaba desconfigurada, usted no podía saber la hora, por lo tanto, no fuí yo quién robó su tiempo.
-Acostumbro usar mi reloj siete horas y veinticinco minutos atrasado. Se muy bien la hora que es cuando lo miro.
-Entiendo... Pero... ¿Por qué me disculpa, entonces?
-Porque ya tendrás un castigo peor y yo volveré a tener mi reloj.
-¿Cuál es ese castigo?
-Te lo dirá el oficial que te está apuntando desde aquella esquina... Supongo que será algún tiempo tras las rejas. No mucho si tienes buena conducta.
-Bien. Creo que debo rendirme, entonces...
-Necesitarás defender tus derechos... ¿Quieres un abogado?
-Si fueses tan amable...
-No hay problema. Solo quiero que sepas que mis servicios son muy costosos.
-Entiendo... Ahora es usted quién me roba...
-Con la diferencia de que te estoy advirtiendo con anticipación.