viernes, 18 de febrero de 2011

Contratapa

Hace un tiempo me senté a releerme. Encontré dibujos y garabatos alrededor de las letras que parecían escupidas por el lapiz encegecido por el torbellino de pasiones que lo invadían. Las frases sentenciaban, orgullosas, ideas que se creían originales y solo eran un reflejo fugaz en el charco intelectualoide de la vida. Aunque llenas de espacios comunes, carentes de estética y poética, no se podía negar su naturaleza visceral; casi que era lo único reconocible en ellas. Las páginas de la vieja libreta se deshacían en mis manos mientras mis ojos intentaban captar un poco de aquello que fui en algún momento. Las imágenes retornaban difusas, titubeantes; se reconstruían hoja tras hoja, letra a letra, cambiando a la vuelta de cada punto, de cada día y cada año que me separaba y me acercaba a ese muchacho absorto en sus pensamientos. Mi vida, a la luz de aquella pequeña ventana, era turbulenta y apasionada; solo la eterna necesidad de anclarnos en el tiempo había manchado aquel rapsódico relato, dotándolo de una inamovible dimensión cronológica. Lo que pudo haber sido un grito desgarrado en la noche, solo fue un tímido tarareo en una tarde camino a casa... por un momento, pequeño y frágil momento, fui aquel grito...
Lentamente fui volviendo las hojas y borrando una a una las fechas que me negaban la existencia mítica. Tal vez un día me relea y sea otro, ni mejor ni peor, solo otro.

1 comentario:

Раскольников dijo...

Creo que siempre es inspirador releerse, ejercicio que no debiera faltar en nuestra vida. En lo personal me ayuda a no querer cortar las cadenas que me atan conmigo mismo.Más gusto aún me da leerte, pues siento que quizás mis brazos vuelvan a ser alas, las cuales según yo, desaparecerían con la edad y no es crecer lo que nos despluma sino el modo en que lo hacemos, o por lo menos eso pienso ahora.