miércoles, 1 de julio de 2009

Sentidos...

El tiempo corre hacia la derecha. Todos los autos son diestros; sólo utilizan su izquierda para sobrepasar a los otros. La Tierra gira en sentido horario...
Cuando uno encara por primera vez una escalera, lo invade una extraña sensación de bienestar, quizás por esa pequeña pero poderosa intuición de que lo que trae como corolario es algo mejor, algo sublime (con sus diferentes grados de sublimidad en función del material, la amplitud y el diseño, propio de cada escalera). En esos instantes preciosos que corretean en el umbral, saltando y rodando por los primeros escalones, la mente se regocija en la fantasía de lo que promete, vislumbrando el futuro luminoso que espera unos niveles más arriba. Inmerso en ese mundo onírico, no se percata que el horror acecha tras un recodo del sueño; a un paso nada más, emerge de las entrañas de la tierra la mismísima garganta de los infiernos, una caverna pronunciada que amenaza con devorar al incauto que, en un descuido, deslice su pie peldaños abajo. Este mundo de tinieblas, con sus halimañas crueles y horrorosas, sacude al escalerófilo de su deleite espectante, obligándolo a correr escaleras arriba hacia el ansiado paraíso. Dispuesta a no perder ni un solo bocado, la gran boca debora los escalones que van quedando atrás. Nuestro aventurero se sumerge en una frenética carrera evasiva, tratando de alcanzar la luz que se escurre. En un instante decisivo, valiéndose de todas sus fuerzas, se lanza de un salto al umbral luminoso que espera a unos metros. Las tinieblas han perdido un especímen más para su colección demoníaca.
Se incorpora del suelo, aún late su corazón atropelladamente, el peligro a pasado. Levanta su vista hacia el paraíso prometido; no está solo. Un alud de personas le golpean la cara...
Mejor hubiera sido quedarse un rato más en el subte...

3 comentarios:

Lojodio A. Lojotáreo dijo...

Relato cargado de emoción, mi querido Onom. Sus recursos narrativos son superiores a los de muchos pobres invertebrados escritores que deambulan por ahí.
Lo felicito por su aporte, y sigamos esperando juntos alguna arremetida del muchacho del nombre raro, ausente hoy en este salón plagado de destellos mentales.

Para enviar este comentario tengo que escribir la palabra clave que aparece abajo en color. Esa palabra es Tish, que me recuerda a la Onom Atop Eya de algún golpe que le daba algún muñeco articulado mío a otro, cuando jugaba con ellos en la infancia.

Lojodio A. Lojotareo

ORSHE dijo...

Volvió Onom, quizás tocado por aquella ironía de la hoja de tuna (deseos de atribuirme la responsabilidad del retorno).
La cosa es que pasmó al inadvertido lector, no volvió para cumplir, golpeó duro.
Sin reponerme del todo de la tensión que logré reunir en la lectura del relato, digo: Onom, los maestros hacen de un instante una eternidad, de algo trivial una epopeya, y eso es lo que hiciste. !! troesma ¡¡

Lojodio A. Lojotáreo dijo...

Para el amigo Orshe, una crítica constructiva: Los signos de exclamación se colocan al revés.

Esto se debe a que el palito comienza desde abajo con el puntito arriba, representando el común estado de posición de un individuo, con la cabeza (puntito) hacia arriba, y al expresar su frase (la frase que se encuentra entre los signos de admiración), debe cerrarla con un signo contrario, con el puntito hacia abajo, representando la voltereta siniestra que se produce en su mente y repercute en su cuerpo, dejandolo cabeza abajo, tras haber levantado la voz para expresar algo, acción que solo puede cometer un bárbaro o un cavernícola. Si levantar la voz (aunque de forma escrita) es de bárbaro, bajarla y susurrar es de putito. O para ser más correcto, de balín. Por eso, hay que hablar claro y preciso, y tampoco hablar de más.

Como yo, que estoy haciendo esta crítica de mierda, que ni siquiera se a donde quiero llegar.

Perdón las molestias.

Lojodio A Todos Lojotareo