lunes, 13 de abril de 2009

Todo un desafío

El sol tenue y primaveral iluminaba el barrio, que se encontraba desolado esa tarde. Yo caminaba por la vereda con un aire tranquilo y silencioso, mientras el canto de los pájaros y los ladridos de un perro eran los únicos sonidos de la cuadra, que se encontraba tan vacía como nunca.
Con el objetivo de llegar a mi destino, mis pasos comenzaban a apresurarse, llevando a mi cuerpo a un ritmo veloz. Mi vista se fijó en el suelo, mientras mi mente pensativa deambulaba por las insignificantes profundidades de la vida. Por un momento no me di cuenta, pero luego entendí que, como muchas otras veces en mi vida, la despareja vereda roja con tiras de baldosa negra se habían convertido automáticamente en un juego casual. Mientras mi mente estaba en otro lado, mis pies caminaban intentando pisar solo la baldosa roja evitando cada hilera de esas baldosas tan negras como la oscuridad. ¿Por qué no debía pisar las negras? Nada tenía que ver con el racismo, pero nunca lo supe. El color de las líneas variaba dependiendo la vereda. Nada tenía que ver el color. Siempre surgía en mi, tal vez debido al aburrimiento de caminar solo por la calle, la necesidad de jugar a no pisar determinadas marcas en el suelo. En este caso, las baldosas negras. Pero inmediatamente lo acepté. Tranquilamente me podría haber dicho a mi mismo: “Dejá de jugar a esta pelotudés”. Pero no. Decidí aceptar el desafío. Miré el camino restante, visualicé los obstáculos y la cantidad de líneas negras que quedaban antes de llegar a mi destino, y me metí en la misión de llegar allí victorioso. De repente, mi paso silencioso se convirtió en un movimiento de destreza y agilidad, llenando mis venas de adrenalina pura; las baldosas negras dejaron de ser baldosas para convertirse en surcos de lava volcánica, que, de pisarla, perdería alguno de mis pies; el canto de los pájaros y el ladrido del perro se transformaron en la canción de misión imposible, vistiendo al desolado barrio en un ambiente de peligro; y mi objetivo, aunque siempre estuvo en el mismo lugar, ahora era cada vez más inalcanzable. Durante unos segundos que parecieron horas, fui una especie de Tom Cruise luchando por llegar con vida a mi destino. Y, gracias a mi voluntad de hierro, finalmente logré mi objetivo. Llegué a la puerta.
Hasta el día de hoy, no logro comprender la voluntad y las ganas que le pongo a este tipo de insignificantes pruebas de destreza física y capacidad humana, por más que se trate de algo tan simple y absurdo, como levantar los pies para esquivar baldosas de otro color. Quizá el ser humano, desde el remoto inicio de sus tiempos, está predestinado a ser desafiado por su entorno social y natural, o quizá, él mismo sea el que busca permanentemente desafíos por todos lados de una forma innecesaria. Tal vez esté en nuestra sangre, grabado en nuestro ADN, por generaciones y generaciones, las ganas de desafiarnos a nosotros mismos, para demostrarnos que podemos superarnos. Es esa necesidad de competir contra nuestras propias condiciones, contra nuestra propia resistencia. Es una forma de competir por algo, por más que estemos solos, sumidos en lo más profundo de nuestra esencia.
Tras llamar a la puerta, esta se abrió. En el umbral, apareció su silueta. Entonces, el peligroso camino volvió a ser la cuadra del barrio desolado; la canción de misión imposible se apagó para darle lugar al canto de los pájaros (el perro ya no ladraba); la lava volvió a convertirse en las baldosas negras; y la adrenalina en mi cuerpo cesó, para darle paso otra vez a la tranquilidad silenciosa. Abandoné esa crítica realidad producida en mi mente, para meterme en un desafío más importante: la vida real. La miré a los ojos, le sonreí y juntos entramos a la casa, dejando atrás aquel desafiante escenario que, a pesar de ser una simple vereda, seguramente se cobró varias vidas…

7 comentarios:

Anónimo dijo...

yo creo que evidentemente el anhelo por el desafio se encuentra escrito en el ADN (obviamente no me refiero al programa de canal 10 de T. Véndez, donde el mayor desafío es ganarle a su pelotudez), sino no me explico la tenaz insistencia de este grupete de escritorzuelos de pacotilla...

les aconsejo el mercado de galletas de la fortuna...

Onom Atop Eya dijo...

querido Juan Carlos Anónimo, te recuerdo que por más que seas mi amigo imaginario, no te da derecho a meterte en nuestro blog y bardearnos de esa manera. Por otro lado agradezco tu desatinada intervención, ya que inyecta un combustible importante en mis venas.
saludos cordiales de tu amigo imaginario (nunca voy a terminar de saber cuál de los dos es el real...)

Lojodio A. Lojotáreo dijo...

Ese anónimo seguro es racialmente discriminado, por lo que tuvo que buscar un lugar en donde descargar su ira. Quedate tranquilo Ano, el mundo es injusto hoy en día. Onoma Atop Eya, buscate amigos imaginarios un toque menos discriminados por la sociedad. Los vemon.

Lojodio A. Lojotareo

Lojodio A. Lojotáreo dijo...

Porque seguro es negro. O puto.

Раскольников dijo...

Se viene renovada la cosa, es mas, ya tenemos farandula opinologa, (me resulta comico que la gente bardee por el simple hecho de molestar y no aporte nada constructivo, demuestra que esta en "el mejor desafío (que) es ganarle a su pelotudez". Por lo visto soy el naranja, no me quejo. Espero que con este pequeño estimulo me sea suficiente para volver.

Anónimo dijo...

La farolera tropezó y en la calle se cayó, seguro que por ir mirando las baldosas de distintos colores evitando pisar unas u otras... Tratá de no enamorarte de un Coronel...

Con cariño.
Juan Carlos

ORSHE dijo...

quien carajos es Juan Carlos???