domingo, 12 de abril de 2009

El Toboyi

El Toboyi era un planeta muy raro. De hecho, era muy parecido al planeta Tierra. Por eso lo de raro. De hecho, era igual al planeta Tierra. La misma raza humana, los mismos fenómenos naturales, los mismos idiomas, las mismas culturas, la misma tecnología y el mismo sistema. Bueno, no el mismo sistema, porque, claro, ese es el punto de la cuestión. Es decir, el sistema se trataba, al igual que en la Tierra, de que el más poderoso cagaba al más débil; el racismo y la discriminación eran también determinantes, pero había algo que diferenciaba al Toboyi de nuestro planeta. En la Tierra, el dinero es el principal dominador de todas las operaciones económicas, sociales y políticas, tanto como para pagar la deuda externa, como para comprar un juguito congelado en el almacén del barrio, en el que casi siempre el almacenero posee el mote de “El Pelado”. Bueno, justamente eso es lo que no existía en el Toboyi. No existían las transacciones monetarias. En ese lejano planeta, para conseguir objetos, productos o lo que fuere que en la Tierra había que pagarlo, no había otra cosa que hacer, más que recibir un golpe. Allí, cada persona que quería comprar algo, que en realidad ellos no lo llamaban comprar, si no conseguir, debía poner la cara o el cuerpo a merced del vendedor o, como ellos llamaban, dador, para que este les propinara un golpe. Es decir, todo el sistema, que en la Tierra era controlado por las compras, las ventas, los impuestos, los intereses y el capital, en el Toboyi se controlaba con golpes.
Por supuesto, todo estaba regulado. Si uno quería conseguir un chicle, se dirigía al kiosco, le ponía el brazo en el mostrador al kiosquero, y este le proporcionaba un chasqui. Cada producto tenía pactada una parte del cuerpo en la cual se aplicaría el golpe. Lo más feo, era ir a conseguir preservativos. También, dependiendo de la importancia y escasez del producto, variaba la cantidad de golpes y la intensidad de cada uno. Triste fue el día en que Martín Malamerdi consiguió una Mansión en el caribe. Ese tipo de casos aumentaban el trabajo en los hospitales, que, ahora que los menciono, tenían un papel fundamental en aquel mundo, así como el papel que tienen los bancos en el planeta Tierra.
Todas las reglas estaban escritas. El que proporcionaba más golpes que lo pactado o con mayor fuerza, era juzgado por un tribunal, y hasta podía ir a prisión. Por supuesto, había muy pocos delitos, porque nadie pegaba más de la cuenta por miedo a que le hicieran lo mismo. Obviamente, siempre había un cretino que se excedía, y le daba trabajo a la justicia.
Los trabajos no eran a cambio de retribuciones ni salarios. Nadie trabajaba, como en la Tierra, para cobrar nada. Allí cada uno trabajaba de lo que quería, por libre elección y gusto. Los gobernantes eran elegidos por los mismos ciudadanos, votando a las personas más capaces y sinceras, que luego administrarían correctamente a sus naciones, debido a que en caso de cometer errores, cualquier ciudadano tenía la libertad de propinarles un golpe sin ser juzgados. El Estado recomendaba a los estudiantes a orientarse en carreras en las que faltaba profesionales, así los trabajos y las profesiones eran equilibradas. Así, tanto un peón de campo tenía igualdad de condiciones con un Juez para obtener un auto importado, una casa lujosa o un reloj de oro. Sólo era cuestión de poner el cuerpo y recibir el golpe pactado. Por supuesto, el sistema estaba tan bien planeado, que ningún golpe podía derivar en la muerte del conseguidor.
Como contaba al principio, al igual que en la Tierra, existía el dominio del fuerte sobre el débil, pero esto, se debía a que el fuerte siempre era el delincuente que se animaba a excederse en los golpes. Entonces, en ese mundo, no existía la violencia, ya que si la gente se peleaba en la calle, era como si en el planeta Tierra la gente se regalara plata o productos, por lo tanto, eso no sucedía.
No había desigualdad de riquezas, ya que cada uno conseguía lo que quería; los hospitales funcionaban con mucho éxito; la violencia era solo verbal; la gente trabajaba por sumo gusto; nadie intentaba conseguir alocadamente cosas, así no dañar su salud; todos vivían de una forma menos alocada que en la Tierra. Había errores en el sistema, claro está, pero todos los sistemas pueden tener errores. Si no, preguntale al capitalismo.
Yo no se si me gustaría vivir en el Toboyi, pero eso lo digo porque nunca estuve allí. Lo que si se, es que ni Bush, ni Menem ni Blatter se sentirían muy comodos ahí.
Igual, Fabio Moli o el Huracán Narváez irían presos…

“¡Pum!, bollazón en el ojo, pero me conseguí la bicicleta…” Como decía aquel viejo refrán de aquel lejano planeta. Tan lejano al nuestro…

4 comentarios:

Lojodio A. Lojotáreo dijo...

Bueno... no se si sigue objetivamente el objetivo del blog, pero es un flasheo de la mente, en el que se me ocurrió como sería un mundo en el que no exista el dinero. Espero que les guste

Lojodio A. Lojotareo

Раскольников dijo...

alto aporte primo, me quedo pensando (la puta!! yo que tenia sueño).

Onom Atop Eya dijo...

coincido con el del nombre raro...
un relato cargado de realismo sobre un mundo surrealista (el nuestro digo).
un abrazo para Lojotareo, y espero que siga regando esta plantita con brillantes galones de finas letras.

ORSHE dijo...

Saludo el inicio bloguero y deseo honéstamente un futuro de atenta y suelta pluma.
De un poeta que escribe pedorradas y las oculta en revistas que nadie lee y cajas que solo juntan polvo y arañas(como si con eso estuviera privando al mundo de gran cosa).