lunes, 25 de octubre de 2010

El payaso que una vez fue

Una corbata azul era todo el colorido de ese aburrido payaso. Su semblante serio y su mirada intimidante creaban una atmósfera desafiante para todo niño y adulto que se animara a mirarle la cara. Él segregaba un pegajoso olor a insatisfacción que entumecía el ambiente en sus actuaciones. De mala gana, se limitaba a hacer algún que otro gesto con la cara, aunque solo se tratasen de muecas que reflejaban incomodidad. Claro, lo contrataban sin conocer sus verdaderas cualidades, y al encontrarse con su manera de actuar, sus contratadores se veían estafados. No querían ver desfilar por sus pasillos a un payaso infeliz. El mismo efecto producía en su público.
Cuando era despedido, terminaba en otro lugar, haciendo el mismo show, con las mismas malas ganas. Su rostro desinteresado era una constante en su figura. Su corbata a veces cambiaba de color, pero no dejaba de ser el único color que resaltaba en su imagen.
Un día se dio cuenta de que para ser payaso, uno tiene que hacer reír a los demás; y además hacerlos reír por voluntad propia, porque de nada sirve que se rían de uno sin que uno esté de acuerdo. Pero más allá de las risas, lo importante es trabajar con ganas. Fue entonces cuando decidió abandonar esa lamentable vida que llevaba, ese circo cruel que él mismo se había generado, se preparó y se dedicó a otra cosa. No importa a cual, si no que era algo que le gustaba, por lo menos, mucho más que seguir siendo un amargo payaso de circos crueles.
Claro, ésta vez si se lo veía feliz. Sonreía debés en cuando, y, una que otra vez, le sacaba alguna carcajada a alguien. Lo curioso es que en ésta ocasión tampoco tenía trajes coloridos y mucho menos una nariz roja, pero por lo menos nunca se había vuelto a poner ninguna de esas corbatas que solía usar mientras era empleado en trabajos medio pelo, por dinero más que por convicción. Payaso en el sentido ridículo.

4 comentarios:

Раскольников dijo...

Ya me estaba preocupando lo escasamente creativo que venia octubre, cuando sobre la hora, nos traes la verdadera sonrisa de aquel que siempre nos hizo reír (?). En lo personal, cosa tan desagradable y triste como un payaso no hay, excepto quizás, las cucarachas, que crujen al pisarlas. Con esto aprendo a quererlos un tantito más, a los payasos.

Lojodio A. Lojotáreo dijo...

Espero que se haya entendido que el tipo no trabajaba de payaso, si no que era un payaso por la vida del orto que llevaba...
Por eso tenia solo una corbata. Trabajaba en lugares mediocres.

Lojodio A. Lojotáreo dijo...

En cuanto a lo de las cucarachas... Espero nunca volver a ver una en mi vida.

Onom Atop Eya dijo...

secretamente compartia la misma preocupación que el rusito, y aunque en mi cabeza amoquillada se vienen gestando algunas marañas de letras, todavía no logro escupirlas (y eso que estoy tomando antibiotico desde el lunes).
triste realidad la del payaso sin circo...
deci que hoy no me puse la corbata...