martes, 23 de marzo de 2010

Relato de una dictadura

* "Recuerdo que las posibilidades de establecer charlas con los otros prisioneros eran escasas. Por ahí, cuando se ausentaban los uniformados y dejaban a cargo a simples custodios, aparecía alguna oportunidad de conversar, y, a veces, hasta de sacarse la venda de los ojos.
De todos los prisioneros en aquel centro de detención clandestino, había uno con el que solía sociabilizarme con frecuencia, si es que podemos llamar frecuencia a las escasas charlas que podíamos mantener. Este muchacho, Martín, ante la depresión de su captura, no podía parar de hablar de una muchacha a la que él amaba, y con la que había iniciado una relación hacía un tiempo atrás. Su miedo por no volver a verla era muy grande, y fue por eso que decidí convencerlo de que todo saldría bien. Ante sus reiteradas preguntas de si saldríamos con vida o no de ahí, yo no tenía otra respuesta mas que "Sí", para calmarlo o darle esperanzas, pero yo, en el fondo, creía que las posibilidades de salir con vida eran escasas. Si bien la perversa estrategia de eliminar a la oposición política de los militares era la razón por la cual nos encontrabamos ahí, cagados de miedo, cagados de odio y sumidos en la total tristeza y angustia, no servía de nada lamentarse por eso, porque realmente, lo único que podíamos hacer, era tener la esperanza de que sucediera algo que nos devuelva con vida al mundo otra vez.
Debes en cuando, por más que nuestros ojos permanecían prácticamente todo el tiempo tapados por una venda, podíamos saber que algunos uniformados entraban con armas a nuestro calabozo, seleccionaban a algunos de nosotros, se los llevaban y nunca más volvíamos a saber de ellos. Gracias a Dios, nunca fui seleccionado, pero en el momento de la selección, la sensación que pasaba por tu mente y tu cuerpo era indescriptible. Decir que era miedo, no alcanza. Con Martín sabíamos que podía tocarnos en cualquier momento, y nuestras escasas charlas no eran más que charlas de aliento para darnos las fuerzas suficientes como para mantenernos enteros el mayor tiempo posible. Recuerdo que le hablaba sobre su amada y lo hacía llorar, y le daba la seguridad de que iba a volver a ver su rostro y iba a poder abrazarla como nunca.
Un día, manteniendo una de esas ocasionales conversaciones, me comentó que tenía algo para contarme, algo que lo tenía muy preocupado y era el verdadero motivo por el que tenía tanto miedo. Pero antes de que pudiera contarme nada, ingresaron como de costumbre esos hombres con armas, que un día, al salir con vida de ahí, me enteré de que la selección que hacían era para fusilar a los prisioneros que se llevaban. Esta vez, eligieron a unos cuantos. Entre ellos estaba Martín. Aunque en aquel momento no sabíamos el verdadero fin, teníamos la esperanza de que existiese la posibilidad de que aquellos que eran seleccionados era para salir en libertad, pero realmente, en el fondo sabíamos que no era así. Al ponerse en la fila de los prisioneros elegidos, Martín se destapó los ojos y se acercó unos metros hacia mí. Recuerdo que me habló por última vez antes de irse por ese pasillo y desaparecer para siempre. Me dijo: "Lo que me tiene tan mal por ella, es que nunca le pude hacer el amor".


*Relato basado en un hecho verídico ocurrido en aquellos días oscuros de la historia de este país. Lamentablemente no poseo datos que permitan especificar la identidad de quienes interactúan en la historia, ni la fecha, ni el momento, ni el lugar exactos.


Creo que pueden matar a quién quieran. Pueden robarnos la libertad. Pueden destrozar nuestros derechos humanos, pasarlos por alto, hacerlos un bollito y metérselos por el culo. Pueden eliminar opositores, aplastar ideas distintas y aniquilar nuestro ser. El humano que hace eso por enfrentarse a otras ideas, es un asesino demente, inconciente y despiadado. Pero el humano que destruye la posibilidad de cumplir sueños puros, la posibilidad de crear afecto, de brindar amor y de construir lazos de una unión tan hermosa solo porque tiene el poder de hacerlo, no es humano. Porque para existir, para "ser", se necesita del otro. Sin el otro no "soy". Para hablar necesito del otro. Sin el otro no tengo palabra. Y alguien que elimina al otro para imponerse, no es alguien que "es". Si no que hace todo lo contrario a "ser". Y lamentablemente, el diccionario no tiene un antónimo para el verbo "ser". Los líderes de aquella perversa organización destructiva no son hijos de puta. No son malos. No son asesinos. Porque "ser" asesino, "ser" malo o "ser" hijo de puta, es "ser" algo. El día que inventen el opuesto para el verbo "ser", va a ser el día que exista una palabra para juzgar a esos individuos a los que se denominaba "militares".

1 comentario:

Раскольников dijo...

recien lo leo pa. Se te erizan los pelos desde la raiz hasta la punta, tristeza, odio, impotencia del pasado, asco y lamento. Profunda filosofía la del "no ser", simple y exacta.