jueves, 17 de junio de 2010

Apasoñado...

"Una película de viaje en el tiempo es como un truco de magia, hay que mirarla sin tratar de descubrir el error". En brillante letras amarillas así era como promocionaban la última película acerca de un mago fracasado que viajaba al pasado para tratar de descubrir los misterior de Houdini. Una risita escapó entre los dientes y acto seguido las manos se refugiaron presurosas en los bolsillos, al tiempo que la cabeza se zambullía en un mar bufandoso y camperil para esquivar la helada brisa invernal que intentaba acentuar el escalofrío producido por el cartel surrealista. (pausa para respirar). Se dejó ganar por el revolotear de una hoja que aún se resignaba a recostarse en la vereda; siguió con la vista su agónico descenso hasta el lecho frío de los mosaicos. Cuando tocó el suelo se arremolinó bajo su cadáver un trama de pequeñas grietas como si el peso de la muerte fuera insoportable. La madeja se expandió hacia todas las direcciones huyendo de esos pasos que recordaban la infatigable marcha de las horas. La mañana todavía bostesaba con los ojos lagañosos de una incipiente escarcha, cuando él le pasó por la cara su descuidado andar, como equilibrista urbano sobre su cuerda de cerámicos y líneas caprichosamente dibujadas en la vereda.
Sin siquiera percatarse del rumbo de sus pasos, tan solo dejándose llevar por el juego de sus pies con las cicatrices que le iba develando el suelo, el día se desparramó de lleno sobre el paisaje suburbano, esperando a su compañera nocturna para morir en sus brazos ensangrentando el cielo de la tarde frente a un séquito de llorosas nubes. Uno tras otro se fueron sucediendo los rituales sacrificiales en que el sol se arrodillaba ante la luna, pero en cada renacer matutino el manso y contínuo andar de nuestro caminante cacheteaba al día que se despertaba.
Aquel amanecer se apresuró, deseoso de sentir la contagiosa ensoñación del vagabundo, pero en las calles retumbaba el silencio de su rítmico andar que ya no estaba. Las horas se hicieron densas, hasta que detuvieron su marcha vertiginosa. La noche nunca llegó a su encuentro fatal. Las hojas ya no pudieron revolotear hasta su muerte. El barrio contuvo la respiración y agudizó el oído. El viajero desapareció, llevándose con él la memoria de las calles escrita en sus heridas.
Aquel rincón de la ciudad aún espera paralizado la llegada de su Soñador.

2 comentarios:

Lojodio A. Lojotáreo dijo...

Que buena racha está teniendo el trébol...
muy "apasoñado" su categórico relato, don Onom. Que es Mono al revés. Muy mono su relato.

Yo en breve voy a estar publicando algo que escribí hace unos días, pero ahora paso apurado.

Felicitaciones. Este tipo de escritos alimentan la maquinaria intelectual del libro que venimos conformando.

ORSHE dijo...

muy lindo, pero y la pelicula del mago que viaja en el tiempo, que cornos tiene que ver?